Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

martes, 21 de diciembre de 2010

El fantasma de las Navidades

Cada año me envío un mensaje. Esto empezó algún enero, recogiéndolo todo. Me dio la vena y lo puse sobre un papel. Describía lo que ocurría en ese momento en mi vida. Como una Polaroid. Metí el papel en la caja donde guardo la corona de Navidad de la puerta de casa. Al año siguiente, al empezar a montar el arbolito, me sorprendió mi misiva. Me hizo gracia y lo puse en la cajita a la espera de enero.
El día de la recogida de toda la parafernalia, cansada, llena de cajas, y con toda la familia de asueto pululando por la casa, adjunté una segunda carta para el siguiente año. Esta vez ponía lo que pensé que sería ese año y lo que en realidad fue, y aumentaba lo que pensaba que sería el próximo diciembre.
Llevo así algunos años.
En diciembre busco la caja maltrecha de la corona de la puerta cuando tengo las cajas repartidas en sus sitios correspondientes. Las del árbol junto a la chimenea, la del nacimiento en la esquina de la galería, las de las luces en el piso, y la de los adornos de mesa encima del comedor. Entonces me siento y abro mi sobre. Luego lo vuelvo a cerrar y guardar en su caja. En enero, cuando toque guardarlo todo tendré que escribirme de nuevo.
Vive ese instante una mujer que ve a otra. Una que ve a su fantasma de las navidades anteriores.
Siempre me pasa igual. Veo que ese fantasma de la navidad pasada es una niña ilusionada, emocionada, decidida. La veo cual anciana sabia que ya lo ha vivido y ya lo ha entendido.
Pero luego, en enero,pasará igual que siempre. Al volver a escribir la carta, desaparecerá la sabia del 2010. Esa carta la escribirá la niña del 2011.
Adoro la navidad. Si la magia no existe inventémosla. Está en nuestra naturaleza.
Feliz Navidad

miércoles, 20 de octubre de 2010

asidebienestamoshoy. JPEG

Un buen retrato debe reunir ciertos elementos que permitan hacer, de esa foto, una expresión del retratado. El principal es el sujeto. Lo que tiene delante no sale en la foto. Lo que tiene detrás, el fondo, no debe salir enfocado, para no distraer el interés de lo importante. 
El instante en que la cámara hace click, la toma atrapa la suma de elementos presentes. La luz en su rostro, las sombras, su gesto, su mirada, todo ello se convierte en la imagen. El fotógrafo es quien decide el lugar de la toma. Siempre pensando de qué lado le dará la luz y dónde se marcarán las sombras. 
Esa foto quedará grabada en un archivo JPEG.
Cuando despertamos en uno de esos días malos. Esos en los que la seguridad en nuestras decisiones no se levanta con nosotros. Cuando el pasado nos cuestiona. Cuando el futuro nos crea desasosiego. No dudemos en hacernos un autorretrato. Pero asegurémonos de ver por dónde entra el sol, para no errar haciendo la foto entre las sombras. Pongámonos de pie junto a la ventana. Con el sol de la mañana. Y ahí. Sin pensar en el pasado, que ya sabemos que saldrá desenfocado. Sin distraernos con el futuro, porque eso no saldrá. Sonriamos.
 Guardemos ese día en nuestro archivo “asídebienestamoshoy.JPEG”

¡SALUD!



Pilates para la pancita, vídeo paso a paso. Eliminar.

Dieta estilizante Pilates. Eliminar

Dieta verde, para adelgazar cuidando tu salud.
Al leer esto un colmillo asomó por la comisura del labio e inmediatamente buscó:
“Bienvenidos a todos los ana/mia que visitan mi web, recuerden, nadie dijo nunca que fuera fácil ser una princesa”
Por los colores y sobre todo por la foto de una princesita con alas que echaba chispas, estaba segura de que quien lo escribía era una adolescente, mayor de 15, porque también se podía leer “¿Menor de 15 años? Mejor aléjate, este blog no es para ti”  Sí, estaba segura que sería una niñata de 16.
Estaba cansada de no tener con quién hablar de todo lo que vivía a diario, era una mujer, guapa, delgada, envidiada seguro, pero nadie entendía todo lo que eso le costaba. Sabía que no sufría ningún trastorno alimentario, tenía hambre todo el día, adoraba la comida y la bebida. Cuando se miraba al espejo no se veía gorda ni fea, todo lo contrarío, miraba cada curva de sus senos, nalgas y muslos con tanta pasión que no había ahí ningún rastro de una autoestima disminuida.
Había sido siempre la guapa del curso, la princesa de papá, los novios nunca le faltaron. Su marido le repetía lo hermosa que era y lo incomprensible que le parecía que fuese su mujer. Y tenía razón, al lado de ella él pasaba totalmente desapercibido. Era un hombre de facciones poco destacables. Su cuerpo tenía una musculatura imperceptible tanto para la vista como para el tacto.

  • ¿Ya estás lista? Recuerda que la cena es a las 10.
  • Aún me queda un poco. No pasa nada si llegamos a los postres, luego podemos quedarnos más tiempo y así charlamos ¡A nadie le importa realmente quien come y quien no!
  • A Lucía sí que le va a importar. Recuerda que ha acabado su curso de Chef y todo lo ha preparado ella misma. Anda. No demores mucho más.

Nadie podía entenderla. Estaba suplicando una tregua pero no la iba a conseguir, al menos no esta noche. Lucía, su cuñada, su mejor amiga desde el bachillerato, el ama de casa perfecta, había hecho un curso de cocina. Un año le había tomado y durante todo ese año había tenido que esquivarla. Y ahora las demostraciones públicas de sus logros la estaban colocando entre la espada y la pared, sólo que no tenía claro quién era la pared.
“-Nunca subestimes el poder de la sopa, las puedes preparar de mil maneras y te puedes sentir llena sin una caloría, sin grasa y sin colesterol. -Toma por lo menos 2L de agua diarios. -Come despacio preferiblemente en un plato pequeño y porciones pequeñas. -Mastica bien los alimentos x lo menos unas 40 veces (Te ayudara si eres mia)!! -Puedes comer hielo si sientes mucha hambre!  -Es mejor comer 100 calorías 5 VECES al día que 500 en un sólo momento”


Si hubiese tenido tiempo lo habría impreso. Sólo podía memorizarlo. Por lo pronto tenía ya una estrategia. Tomaría sopa, comería despacio y porciones pequeñas. Lo de masticar 40 veces era más difícil pero podía conversar tanto que alargaría los espacios entre bocado y bocado. Bebidas con mucho hielo.
  • ¿Dónde está el regalo?
  • Lo he dejado en la entrada para no olvidarlo.
  • ¿Estás lista?
  • Si
  • Luces espectacular, serás la estrella de la cena.
  • Gracias mi amor, aunque tengo el estómago revuelto, debe ser algo que comí a medio día.
La casa estaba impoluta, la mesa tenía todos los detalles que se pueden sugerir en las revistas para la cena de navidad. No había sopa a la vista.
Ya ubicados en la mesa empezó la tortura.
De primero Lágrimas de guisantes con percebes en gelée, toffe de mantequilla salada de guisantes y ensalada templada de tuétanos de verduras.
Automáticamente pensó: Los percebes son proteína. Debía cuidar mucho el modo de limpiar todo el gelée y el toffe y sobretodo la mantequilla salada antes de meterse algo a la boca, pero ¿La habría absorbido el animal? ¿Cuántas calorías serían cuatro percebes embebidos en mantequilla? Mentalmente intentó llegar a un número: 150 kcal.
De segundo, Lubina en ceniza de puerros. 
Respiró aliviada, había leído algo sobre la nouvelle cuisine, platos ligeros y saludables. Siempre en momentos como estos donde el placer entraba por la boca se acordaba una frase de Oscar Wilde “No hay nada que engorde más que la comida a dos libras” y ésta definitivamente superaba considerablemente a esa cifra.
Pero no pudo ser indiferente a su calculadora mental, empezaba a tener los números de color naranja, 230 kcal y sin tomar la salsa que lo decoraba.
De postre, La Luna. 
Aunque el nombre prometía una tentación su apariencia era menos apetecible. Un gran trozo blanco que debía de ser coco, una arena mojada marrón que bien podía ser chocolate o café y dos montículos azules. Recordó lo mal que le había sentado el coco desde niña. Siempre que veía algo hecho de coco tenía sentimientos contradictorios: Apetecía el sabor pero el recuerdo del empacho podía más y se frenaba. La anfitriona dijo, Este postre es una especialidad hecha de coco, agua del carme, ganache azul y negra y agua de café. Más que un postre es un poema. Ya veía venir la insistencia en que coman hasta la última miga, pero tenía su as en la manga.
  • Recuerda Lucía que no puedo comer coco.
  • Es verdad ¿cómo no lo pensé? Estaba tan entusiasmada en hacer el postre más difícil que... Lo siento mucho.
  • No pasa nada, mira, probaré un poquillo de este...¿Ganaché?
  • Si, pruébalo, el ganaché es nata, crema de leche y chocolate, te va a encantar.
Una sirena de barco destrozaba sus oídos, no podía creer que era la única que la escuchaba. La calculadora de su cabeza mostraba los números en rojo y no paraba de sumar, una cucharada de ganaché sería casi 120 calorías y el plato tenía cuatro sólo del negro,  ni hablar del azul y ya llevaba 380 calorías consumidas, sólo podía tomar una cucharada y completaría las 500 calorías del día. Tenía que demorarla todo lo que le permita su hábil conversación. 
Por fin acabó la cena. El café estaba dispuesto en el salón. Se levantó con el propósito de encerrarse media hora, perderse hasta que todo acabe. Se fue al dormitorio pero los niños habían acampado ahí, buscó el baño pero estaba ocupado. Fue a la cocina, tomó una botella de agua y salió con el pretexto de fumar pero no pudo, uno de sus amigos le dijo:
  • No sabía que fumabas.
  • Bueno, lo hago muy poco, sólo cuando he comido demasiado.
  • He traído unos Habanos que te van a gustar, debes probarlos.
  • ¿Habanos?
  • Si, Punch, vas a sentir la madera y las especias y un sabor dulzón que te dejará en las nubes.
Todos se acercaron queriendo probar los Punch, se repartieron los puros, se sirvió el coñac y empezaron a saborear. 
Con la primera calada se desvaneció de su mente la calculadora infernal, el ruido de sirena de barco se transformó en la canción de las olas. Con la segunda calada las olas se embravecieron, el viento soplaba dentro de su cabeza y la mecía. En la tercera corrió al baño de visitas, no alcanzó ni a cerrar la puerta cuando sacó de sí las 500 calorías y puede que algo más. Esa vida sana que había llevado todos estos años para preservar su belleza le pasaba factura, su cuerpo limpio no soportaba las virtudes del Punch.
En esos instantes, cuando ya se había librado de todo, cuando estaba liviana, bella, purificada, tuvo la certeza de que un nuevo vicio se le había metido en su mente, ahí, justo al lado de la calculadora.

lunes, 11 de octubre de 2010

Freud ¡ME FALTA OTRO YO! (Tercera parte)

Estaba mirando mi muro en el Facebook, algo cotidiano para una extranjera, lo hago cada día casi a la misma hora, recorro las novedades de mis amigas y lo que las páginas, a las que les he dado mi me gusta, publican. 
Tras un parpadeo ya no es mi face, no es mi muro de siempre, tengo delante un ordenador en blanco y veo otro muro, el que me hace ver mi Suyo, y como por un tobogán me deslizo y caigo de pie a 2 metros de una gran pared blanca, un blanco Led, ese blanco luz de nevera, miro hacia arriba, debe tener cuando menos 20 metros, tras el un cielo celeste, a los costados vida normal de ciudad, pero en su base sólo yo en la calle, una acera corriente, gris, hojas secas, nada tan impecable como ese muro. Mi muro está vacío, esa sensación me acongoja. 
Por el filo de arriba empieza a bajar algo que parece ser un grupo de hormigas negras, un montón de ellas, todas en escuadra con sus escudos, como si de una estrategia militar se tratara, alguien ha dado la señal ¡avanzad! 
A mitad de camino puedo ver su perfil, me doy cuenta de que no son hormigas, son letras, conforme van bajando veo que son párrafos escritos, y ya casi a mi altura reconozco mis emails, todos los que leo y escribo, lo que parecía ser unos escudos son fotos, miles de fotos, mis amigas con sus hijos, los perritos de la casa de mis padres, las lámparas que ha hecho Sofí para su nuevo hogar, el perrito nuevo de Mat, fotos de Chicago nevado, fotos de Miami y sus cangrejos, Octoberfest en Guayaquil, la última casa que vendió mi amiga Marcia en Manhattan y su cara feliz de ¿cuánta pasta crees que he ganado? 

También veo las que he enviado yo, mi verano, la huelga en Madrid, mis perritos, lo que publico en el blog y ya todo parece ser una fiesta, mi muro es un graffiti lleno de colorido, ahora estoy viajando por cada surco del dibujo, subo surfeando y bajo esquiando y me encuentro de frente con mi Yo, el monitor muestra la página del face, mi muro.
No me he movido de aquí, no he dejado de fijar mi mirada en el monitor, no he dejado que mi imaginación vuele fuera de la realidad, he estado atendiendo todo el tiempo lo que hacía, la percepción de la realidad no se contamina, convive, se superpone como ventanas de un chat, esas que cuando alguien habla se pone delante y cuando vas a responder otra brincó y terminas diciendo al último que te habló lo que iba para el anterior, así es como sucede exactamente.
Si la percepción simplifica, ordena y configura la realidad ¿no podría ser que haya varias maneras de hacerlo y no sólo una? y sobre todo ¿puede tener uno más de una manera de hacerlo al mismo tiempo?

Preguntarse si puede existir simultáneamente dos percepciones de la realidad es lo mismo que preguntarse si puede existir dos Yo, el Yo de Freud y el Suyo mío. 
Si esto fuese así, el valor de la realidad consensuada que nos marca nuestro YO (el búho) sería la realidad real, la de todos, la interpretación que damos todos con el lenguaje a los objetos. 
La realidad del Suyo (mi pez) no es menos real, es una realidad particular, una interpretación no consensuada  y puede que más pura, una realidad percibida sin intérprete, sin mediar palabras, simbólica pura, visceral, ancestral, emocional. Pero no es deseo, ni miedo, no es evasión, ni censura, ni es una proyección del ideal. Es realidad en presente, ocupa un momento en la vida misma. 
Cuando era niña, un bebé, cuando aún no había aprendido el lenguaje, el Pez reinaba, debe ser por eso que aprendí a hablar muy tarde. No necesitaba hacerlo, mi hermano se encargaba de expresar lo que creía que yo quería y generalmente acertaba. 
Intenté instintivamente conservar al Pez gobernando. Pero fue tanta la insistencia de mi micro círculo social que quería obligarme a expresar con palabras mi pensamiento, algo tan difícil como intentar pintar el arcoíris con sólo dos colores, que al final logró convertirme en una editora de mi mente. 


El Pez dejó de gobernar y tal parece que fue exiliado a una neurona solitaria sin sinápsis posible. Empezaba la etapa del Búho.
¿Qué ha pasado ahora? ¿Por qué vuelve?

domingo, 10 de octubre de 2010

Mañana operan a mi hermana

Aquí estoy leyendo el periódico de mi ciudad en mi ordenador y comiendo pistachos, Leo entra por su puertecita del salón y me mira preguntándome cuánto tiempo más me queda antes de irnos a acostar. Yo, con el sabor del pistacho y la mirada de Leo sólo puedo tener una cosa en mi mente, mis padres. 
Ahora mismo estarían charlando en su habitación comiendo pistachos, Leo estaría con ellos descansando y esperando a que la noche termine y el sol vuelva para su paseo matinal, ese que tanto gusta de hacer con sus abuelos para disfrutar de su amor.
Mañana operan a María Elena y seguro que todos en casa están a ratos rezando, a ratos haciendo yoga, y casi todos los ratos meditando, la actividad colectiva de la casa, hasta Coco y Sebas estarán en la onda dog-a. 
María Elena estará nerviosa pero se calmará, con la calma de todos que le hablarán como si se fuese a hacer un corte de pelo sólo que un poco más largo, así no alimentan sus miedos, aunque realmente es quien más sabe de quirófanos y anestesias, ella nos da la vuelta en experiencias con esta situación. 
Pero es igual, que no se ponga nerviosa o se pone necia, o le da por llorar, aunque es fácil tranquilizarla, sólo hace falta un chiste, una mirada segura y listo, a por otra cirugía, sus miedos se ahogan en compañía.
Jéssica irá de sargento, seguro, hasta la voz le sonará más grave mañana, apurará a todo el mundo como si de una cuadrilla de obreros se tratase, si todos cumplen su parte todo saldrá bien y eso la tranquiliza, sus miedos están atados con su mando.
Alberto llamará varias veces, todo lo que su trabajo y la cobertura celular le permita, él será quien le cuente el chiste, le ofrecerá llevarla a comer justo lo que no podrá hacer en dos semanas y se volverán a reír, como hombre criado en mi casa su miedo aparece cuando toca y no antes.
Raquel controlará el tiempo desde su trabajo, llamará para coordinar los pensamientos en el momento justo en que entre a quirófano, repetirá un mantra que se convertirá en su escudo, un ruido que espante sus miedos y se agotará  hasta que llegue la llamada que diga todo ha salido bien.
Mi mami se entregará a Dios, esa es la sabiduría que ha ido almacenando con tanto hijo y con tanta gente que ha pasado por su mano pidiendo concejo, contando tragedias. Entregarse a Dios y confiar. 
Si ella ya no está en sino que está en Dios sus miedos no tienen dónde alojarse.
Mi papi minimizará el riesgo de la operación y pondrá el énfasis en los cuidados, siempre ve a los médicos con respeto y, aunque sabe lo que le van a decir, no se adelanta. Es como un director de orquesta que asiente cuando el violinista hace bien su ejecución, pero si no la hace ¡ay! pobre del doctor, como ese oculista que tan mal le cayó, mal violinista, échenle de la orquesta.
El  énfasis que pondrá mi padre en los cuidados tiene otra lectura y es que, además de ser importante, es lo único que se tiene realmente en las manos tras una operación, es de lo que se puede ser responsable, y esa es su palabra, él es responsable y espera eso de todos. 
Él no manda, él espera. A estas alturas tiene ganado el derecho a esperar eso de todos nosotros. Sus miedos quedan atrapados en la red de la responsabilidad, si ésta está bien tejida no se escapan.
Y yo, lejos de todos y tan cerca, sintiéndolos, amándolos, segura de que la meditación trascendental, esa que hace despojarse del cuerpo para viajar y unirse al Todo, existe, pero no como la explican los libros de metafísica, sino como la vivimos nosotros. 
Yo vivo en ustedes, me muevo en ustedes, siento todo lo que allá en la casa se siente. Sin sentarme con los ojos cerrados, sin tener la postura del loto, aquí, abrazando a Leo, leyendo El Universo, sin hacer ningún esfuerzo por poner la mente en blanco, he dejado de estar aquí, en Madrid, estoy allá, en Guayaquil, en casa, en todos ustedes y todos ustedes que son mi Todo están en mí.
Este amor de pertenencia, este ser conjugado que se replica en nosotros cada vez, la esencia nuestra; viaja, vive y siente. Se ha ido pegando en nuestras venas desde que empezamos a ser familia, desde que esos dos se amaron y nos amaron, desde que el amor se sintió realizado en dos y luego en 7, y luego en 9 y luego... no lo sé, es muy difícil creer que siga creciendo exponencialmente este amor, porque el origen, los dos que contagian, no llegan por limitación temporal a contagiar a más. 
Y son ellos. Nosotros sus hijos sólo estamos contaminados por ellos pero no somos portadores de tanta fuerza. 
Tal vez con los años pueda yo contar a mis nietos lo que conocí un día en mi casa, lo que creí que era normal en todas las casas, mis padres.
Puede ser que algún día mis hijos corroboren con sus anécdotas cómo eran sus abuelos, que intentemos entre todos reproducir el vínculo original, pero lo veo difícil. 
Es difícil que las estrellas vuelvan a estar en la posición correcta, que los átomos estén rebotando de nuevo a la velocidad perfecta y suceda otro Big Bang. Me conformaré con vivir este amor y verme en los ojos de mis hermanos, cómplices del vínculo, testigos y partícipes del Todo. Perderlo es mi miedo y lo ato escribiendo, mal atado queda. 

sábado, 9 de octubre de 2010

Freud ¡ME FALTA OTRO YO! (Segunda parte)

Para explicar mejor a qué me refiero cuando hablo del elemento  yoico que anda suelto en mi psique describiré algunos momentos en los que se muestra claramente en mi realidad.
Estoy en el coche yendo a casa, voy por la calle de Agustín de Betancourt, observo a mi izquierda la hilera de ventanas de la parte de atrás del edificio de Nuevos Ministerios y veo almas, todas en espera pasiva apoyadas en el alféizar de las ventanas, almas en pena mirando melancólicamente a la calle, y pienso, serán almas franquistas o republicanas, o peor, republicanos de espíritu que por miedo o coacción traicionaron a los suyos y se pusieron al servicio de la dictadura; y siento su melancolía y veo como miran la ancha calle. De pronto mi Yo me mira y me obligo a despertar aunque no estoy dormida, ni siquiera en un estado de ensoñación, estoy mirando directa y despierta a las almas, pero está mal, la realidad que hasta hoy era una se divide y para salir de ese trozo de consciencia surrealista me vuelvo para encontrarme con la ventana esquinera de un segundo piso y, ahí, a través del cristal, veo estatuas blancas, seres petrificados como castigo por mirar a las almas. Dejo de ver por encima del ras de la calle para fijarme en la cafetería Sotoverde, la que tiene ese césped artificial pegado en la acera, algo falso y abrupto entre el cemento y las sillas que me devuelve a mi Yo a salvo. 
Primer dato, lo falso hace que mi Yo surrealista se repliegue. Bien, bauticemos al nuevo Yo, como vive una realidad surrealista tomaré el Su y el Yo. Se llamará Suyo. 
He decidido darle el atributo de pez porque estos viven en el agua, y siempre que nado bajo el agua veo las cosas que conozco de forma diferente; pero aunque se ven diferentes nadie duda que lo que ve bajo el agua no sea real.
Por ahora, y mientras no encuentre una explicación mejor, trabajaré con el supuesto de un aparato psíquico compuesto por cuatro elementos, el Ello (la lagartija), el Yo (el búho), el Super Yo (la leona) y el Suyo (el pez). 

jueves, 7 de octubre de 2010

FREUD ¡ME FALTA OTRO YO! (Primera parte)



Freud explicó la psique humana mediante el aparato psíquico. En esencia lo forman tres elementos, el Ello, el Yo y el Súper Yo.


El Ello preserva el principio del placer, demanda que se satisfagan de forma inmediata las necesidades o deseos. El Yo funciona con el principio de realidad, busca satisfacer el deseo en cuanto encuentra con qué hacerlo y representa, hasta cierto, punto la razón. 







El Yo suele encontrar en el mundo externo obstáculos y ayudas para conseguir sus objetivos y con el tiempo, ese registro de cosas a evitar y de estrategias para conseguir, es lo que se convierte en el Super Yo. 


El Super Yo tiene dos aspectos, la consciencia y el ideal del Yo. Así, castigos y advertencias forman la consciencia, y recompensas y modelos positivos forman el ideal del Yo. Vivimos una lucha constante entre el Ello, que desea, y el Super Yo, que lo frena, con el Yo de por medio.
Esto es simplificando mucho. Si quiero entender mi aparato psíquico he de analizarlo y sentirme cómoda con los términos usados; por ello los describo como creo que son en mí, pues últimamente me está molestando un elemento nuevo que no encaja en ninguno de los tres.
Empezaré por mi Ello, ese buscador insaciable de placeres, que para mí que es una lagartija, básica, práctica, que sabe lo que quiere y se mete por la rendija que puede para conseguirlo. Es una lagartija salida que en cuanto mi Yo se duerme acampa en mis sueños declarando la guerra a mi Super Yo. 
Los sueños suelen ser muy variados, y me gustaría inventarme un alias para contarlos sin ningún pudor, pero luego pienso, si ya estamos mis tres Yo, más yo misma que se supone soy el conjunto de ellos sumados, más el cuarto Yo que creo está faltando en la fórmula, inventarme ahora un alias... va a ser que no, mi memoria ram no da para tanto.
Mi Super Yo es una leona, y esto es un poco triste. Hacen todo el trabajo, cazan, crían, vigilan y lo que se ponga delante, sin embargo el León come primero y para ellas son las sobras; ojo, no digo que el Super Yo de todo el mundo sea una leona, sólo hablo del mío, cuando mi Super Yo me reprocha suele ser por no estar acorde a los cánones de la buena leona.
Yo sin mi Yo, sería una toalla zarandeada por el Ello y el Super Yo, de modo que le pondré a mi Yo la figura de mi animal favorito, el Búho. El búho amenaza con comerse a la lagartija y con sacarle los ojos a la leona, a mi me cuenta historias para brindarme tranquilidad, justifica mis reptiles deseos con Filosofía Vitalista, y mis castraciones con los Deterministas, y me lleva con cierto equilibrio por la realidad.
Se supone que con todo esto ya tendría todo el aparato psíquico completo, pero me falta un elemento que no tiene nombre y que se ha instalado en mi psique y es lo que me tiene dando vueltas a este asunto.
Puede ser que el Ello no sea una lagartija sino un grupo de lagartijas y lo que percibo que es algo distinto es sólo una lagartija psicópata que no sabe lo que es una leona y menos lo del búho, y que no se esconde en las rendijas de mi mente cuando aparecen éstos. De pronto veo, a la luz del día, a una la Leona vigilante, un búho atareado y una lagartija, ahí sin inmutarse, tomando el caliente sol de la realidad. También podría ser que esto tan distinto sea una lagartija que haya recorrido todas las posibilidades de placer en mi mundo onírico por su cuenta y riesgo y que ya nada le sorprenda ni entusiasme.
También cabe la posibilidad de que el Super Yo no sea una leona, sino una manada, y lo que percibo sea sólo una leona pasota, colocada o retardada, que pasa de andar haciendo guardia a las lagartijas y prefiere la contemplación del paisaje, lejos de agobios y culpas.
De lo que estoy muy segura es de que este elemento que percibo últimamente no es nada cercano a mi pobre Yo que ya tiene bastante haciendo el diario de caja. Sin embargo, está cada vez más invadiendo su espacio. Ese espacio de realidad consciente empieza a tener ruido.
Pensándolo bien, este nuevo elemento no puede ser una lagartija ni una leona pues ni busca placer ni el nirvana, ni quiere huir de la realidad, más bien es un yo desinteresado, abstraído del placer pero también del deber, un yo contemplativo que no necesita cumplir con los deberes de la buena leona para estar en la realidad, pero sí se quiere afincar en ella. 
Si no es una lagartija ni una leona, y cada día más está conviviendo con el búho ¿qué es? y, sobre todo, ¿cómo puede el búho manejar la economía de mi psique si no conoce esta nueva variable?
Este algo, creo, es un Yo moro al que hay que ponerle nombre pronto para que el búho pueda reorganizarlo todo. 

martes, 5 de octubre de 2010

Penando (feb 2003)

Debía tener 5 años cuando vi al primer muerto en mi vida, no solo fue el primer hombre muerto sino que fue el primero que vi morir, se ha contado tanto esto en la familia que mucho de lo que creo recordar será información que se anexó a la memoria.
Una cuadrilla de hombres armaban la tercera planta de mi casa la cual se terminó un par de años más tarde por razones que “caerán por su propio peso” . Un hombre mayor, tendría unos 40 años, aunque eso no es muy claro porque cuando yo tenía 5 años los de 20 ya eran mayores, levantaba un largo hierro sin ver que el cable de alta tensión le miraba, de pronto un chispazo llamó la atención de todos los que abajo estábamos y vimos caer al patio el bulto. No recuerdo bien el detalle de lo que ocurrió enseguida, supongo que me llevarían donde no pudiese ver nada pero si recuerdo que no se escuchó más el martilleo ni las voces, y cuando digo más me refiero a muchos años más.
Había una sensación de quietud e inquietud a la vez en todos aún días después, recuerdo que mi nana evitaba caminar por ese sector del patio, recuerdo también el jaloneo en mis brazos para zafarme de ella y pararme ahí justo en ese sitio y repasar lo que vi y preguntarle lo que no vi.
Pasarían unas dos semanas del accidente cuando mi padre tuvo que viajar, mi padre era militar, fuerte e inteligente, lo más cercano a un “Juan sin miedo”, mi madre en cambio parecía que le había delegado el trabajo de ser valiente a él para ella encargarse de otras cosas.
Esa noche era negra, fría, con mucho viento, como se ponían las noches cuando mi padre no estaba. Nuestros dormitorios tenían todos unos ventanales que daban a un  patio donde se erguía un gran almendro. Un almendro es un árbol de tronco más bien delgado si lo comparamos con un mango pero igual o más alto y sus hojas son tan grandes que cubren un rostro; cuando bota su fruto se llena de gusanos Pachones, unos bichos gordos y peludos que si te rozan la piel te duele más duro que mil avispas, hay que cazarlos con cuidado si quieres ver cómo se hacen mariposas; lo ideal es un frasco grande de mayonesa vacío, un palo de escoba, un paraguas y un jarabe antihistamínico a mano, esto parecerá demasiado al joven cazador pero la experiencia te enseña que, al final, es demasiado.
Un almendro ofrece muchas experiencias que se graban en la memoria más vividamente que  un hombre cayendo del tercer piso, por ejemplo su fruto, es de forma almendrada, no podía ser de otro modo, está cubierto por una piel gruesa, agridulce, amarilla encima y rosada por dentro, el centro es un trozo como de madera, hay que dejarlo al sol un día cuando menos para poder partirlo con una piedra, no con un martillo, una piedra del porte de tu mano, mejor si tiene alguna hendidura en el centro así atrapa la pepita y la destroza sin que esta se esparza; el golpe ha de ser muy estudiado, si lo haces con demasiada fuerza no comes nada, se mezcla la dulce carne de la almendra con los trozos de su cáscara, si lo haces muy suave al retirar la piedra ésta se te ríe, porque nunca se cuartea, el golpe ha de ser seco, como la caída del muerto al patio, así se rompe pero no se esparce ni se mezcla.
En la oscuridad el almendro hacía sombras en los visillos, ese era el motivo por el que mi madre mandó a hacer gruesas cortinas que se cerraban por la noche cual toque de queda para la luna. Recuerdo que esa noche las cerró más temprano y nos acostó más temprano también, ella se encerró en su dormitorio a leer. Normalmente yo trataba de ganarle al sueño para escuchar las conversaciones que mantenían mis padres cuando creían que ya estábamos dormidos, podías enterarte de grandes secretos, desde lo que alguna profesora había dicho de alguno de nosotros hasta lo que te iban a dar en navidad, pero esa noche no había nada interesante que me mantenga despierta, cerré mis ojos y me dormí.
Todos estábamos dormidos, pero en agosto el viento baila a horas inapropiadas, recuerdo que mi madre entró en mi habitación y me llevó a la suya donde ya había reclutado a mis otros hermanos y hasta a las empleadas, nos ordenó hacer silencio, ella se sentó en una silla, las empleadas en el suelo al pie de la cama, nosotros arropados hasta la nariz, de pronto todos oímos: Shas...shas...shas...shas... y shas; eran 5 shas y el último se frenaba justo frente a la ventana, de ahí venía un largo silencio, al tiempo se reanudaba ese andar pesado.
Cuando íbamos en la tercera ronda de shas  mi madre se puso a rezar, eso era un mal indicio, mi nana me agarró la mano por debajo de las sábanas, la tenía húmeda y muy fría, “Es el hombre que está penando”, dijo y empezó la cuarta ronda, mi madre le contestó: ¡Pues no tiene nada que hacer aquí! Y se levantó frente a las cortinas, esperó el quinto shas y SHASS abrió de golpe cortinas y visillos, a todos se nos heló la sangre pero no vimos nada, sólo el silencio y el silencio es algo que se ve con el estómago, recuerdo que el mío se encogió como cerrando sus párpados.
¡Nadie se levante!, dijo mi madre, pero al primer shas todos nos abalanzamos a la ventana y vimos la cara del espectro. Las hojas secas del almendro agrupadas en el patio se arrastraban con el viento hasta frenarse en la ventana, creo yo que se frenaban muy a tiempo.

viernes, 1 de octubre de 2010

Botar al Votado

Ayer estuve hasta las cuatro de la mañana siguiendo las noticias de Ecuador. Fue divertido, el día anterior hice las fotos de la huelga en Madrid y por la mañana subí el enlace al Facebook cuando mi hermano me comentó "así se hace una huelga" y puso el enlace de lo que empezaba en Quito, gases lacrimógenos, gente corriendo tras los policías, policías corriendo tras la gente, militares corriendo tras los policías, ya está, me ha quitado el gustito que tenía por mis fotos. 
Lo de ayer si que fue realismo mágico puro y duro, de ese que caracteriza la literatura latino americana. Cuando el Gabo dice que lo de Macondo se lo contó su abuela le creo; si yo escribiera todo lo que me contó la mía, quien sabe puede que hasta lo haga, un día de esos en los que el humor femenino nos la juega y nos da por ponerlo todo de cabeza y ay de quien se interponga en nuestro camino, o un día en el que envenenar a mi paciente marido no me suene algo fuerte y entonces me frene y automáticamente me acuerde de ella, o simplemente porque un olor a yerba buena se cuele por la ventana y me avise que la estoy añorando. 
Victoria, cómo hubiese querido que me pusieran su nombre, sobre todo por eso que oí una vez de que los Masones ponían a sus hijos los nombres con la misma inicial que el apellido porque así se marcaba su carácter. Victoria Verdezoto Vidal, jo, si llamarla Victoria no es marcar positivamente a una niña, ya tenía dos V más para rematar. Victoria ahora estás castigada ¡aja! ¿y? pero ya he ganado, me has dado la victoria sólo con mentarme (otra palabra de mi abuela).
Victoria ha de haber sido una de las consignas que se gritaron ayer en la revuelta, retroceder nunca, rendirse jamás, a por la victoria. Eso seguro se dijo mientras se corría o disparaba, pero no creo siquiera que se pensara en algo así al principio de todo. 
Por lo que pude leer en los periódicos digitales, los comentarios de mis amigas del face, los diarios españoles, la opinión siempre ácida de mi hermano, mi conocimiento del temperamento que nos hace tan particulares, pude concluir, más o menos (esto también muy nuestro), que unos cuantos miembros de la tropa, que seguro no se han leído la constitución que defienden, tienen sin quererlo ni planearlo al Presidente a mano y se les ocurre "oye ¿por qué no lo retenemos para que nos firme un papelito donde nos diga que no nos quitan el bono?" y otro dijo "¡qué buena idea!" y sin un mínimo análisis, ni tan siquiera la típica pregunta que suele acompañar a estos momentos ¿Y qué es lo peor que nos puede pasar? y con la tranquilidad de quien cree reclamar lo justo retienen contra su voluntad al presidente de un país democrático. 
Ecuador es un país donde el pueblo está acostumbrado a ver personal armado en la entrada de bancos, cajeros automáticos y centros comerciales. Guayaquil, mi ciudad radiante y bella con su río singular, cerros de esmeraldas y planicies sin igual tiene, en esas planicies, urbanizaciones cerradas donde los accesos a los domicilios son previo control de la policía privada, todo con el fin de proteger a los que tienen algo susceptible de ser robado. Los coches se compran pensando en ¿y qué es lo peor que puede pasar? por eso compramos Jeeps 4x4, con los cristales ahumados y nunca dejamos que la aguja de la gasolina baje de la mitad. Y, créanme, hacemos bien. No conozco a nadie que no haya tenido que hacer uso de toda la potencia de su coche para huir de una situación de peligro.
La policía en huelga deja a la casa sin gato y como era de esperar los ratones salieron a romper escaparates y llevarse aquel TV de plasma que les hacía tanta ilusión, por llevarse se llevaron hasta los cajeros automáticos, imagino que luego de sacar el dinero lo pondrán en el bar del barrio y recordarán la hazaña mientras ven un "clásico del astillero, Barcelona vs Emelec" y todo será culpa del desgobierno. 
En mi país, la mayoría aprende de chiquito a distinguir la v de la b, diciendo, la grande o la chiquita. Pues no lo hemos superado. Luego de ir a las urnas a votar al elegido creemos que la V crece y que al cabo de un tiempo podemos ir a las calles a Botar al elegido. Es culpa del desgobierno. 
Para gobernar a mi País no hace falta un cuenta cuentos, ni una abuela que nos llene de historias mágicas que nos haga creer que hay que rezar tres noches seguidas al Espíritu Santo sin pensar en el deseo y el último día decirlo con fuerza, y no necesitamos nada de esto no porque no haya sido bueno cuando éramos niños, sino porque llevamos ciento ochenta años siendo una República independiente, la victoria no la trae el nombre sino el hombre, para resolver nuestro constante problema de desgobierno lo que hace falta es que lo queramos todos.
Ya no me parece tan divertido, debe ser por que no he dormido.

El 29-S

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lunes, 27 de septiembre de 2010

NICK







He matado a un hombre, está aquí ... en la cama, ni siquiera sé su nombre, bueno sí, Nick, pero no es su nombre verdadero, es su nick
Sonaba gracioso cuando chateamos la primera vez hace una semana, el lunes para ser exactos.
Empezamos hablando de lo que ponía la tele a esas horas de la madrugada y en la cuarta línea le solté “qué tal si no hablamos más y nos vemos el viernes a ver qué pasa”, luego de un silencio dijo que sí.
Quedamos en un hotel pequeño en la calle del Arenal, dejamos las ventanas abiertas y las luces apagadas, había una penumbra extraña aunque era medio día.
Sabíamos muy poco el uno del otro y tampoco había interés en saber más, le dije que estaba haciendo un estudio antropológico y que él era el sujeto de mi estudio, fue divertido dado que se prestó al juego y contestaba ingeniosamente al sin número de preguntas que yo inventaba sobre la marcha mientras daba largos tragos a la botella de vino, él casi no bebía. 
Las preguntas se fueron tornando más físicas que psíquicas y empezamos el acto, lo hicimos siete veces seguidas, cuento la séptima porque ambos … bueno, seguro que él más.
¿Qué hago ahora? ¿A quién llamo primero? ¿A la policía? ¿A mi marido?
Siempre pensé que algún día, ya jubilados, nos pondríamos a hablar y se lo contaría todo y él me entendería, por supuesto que lo haría, me conocía tan bien.
Recuerdo cuando lo vi por primera vez entrando en el aula de la facultad, era octubre y aún tenía el bronceado del verano, llevaba una camisa rosa de lino, era alto y fuerte, las mejillas rojas de sol, creo que hasta olía a sol.
Nuestra cama es de dos metros, igual que esta del hotel donde está el muerto, sin embargo en mi cama nunca hay paz, tengo un sueño muy liviano, un suspiro me despierta, siento cada movimiento de mi marido al dormir, incluso no sé qué hace que a veces me despierta con un chirrido de los talones contra las sábanas, y si me desvelo no vuelvo a conciliar el sueño, me quedo mirando el techo. 
Vivimos en el último piso del edificio y encima nuestro está la piscina. Suelo quedarme viendo el techo, adivinando la lámpara en la oscuridad, pensando que tal vez el agua de la piscina encuentre un camino por el cable de la luz y caigan gotas en la habitación, que no me de cuenta, que se empiece a llenar y cuando esté al nivel de las sábanas entonces se cuartee el techo y caigan de golpe los 50 metros cúbicos de agua, así de repente, y el golpe sea como el de una gran losa y nos aplaste tan fuerte que nos quite a los dos el aire de los pulmones y que cuando reaccionemos y demos la primera bocanada los pulmones se llenen de agua y nosotros abramos los ojos y veamos todo flotar, nadie nos extrañaría, estamos solos los dos, sin hijos, ni gato, bueno, tenemos una pecera con cinco gold fish que están muy gordos, pero ellos saldrán desbordados de su encierro y se unirán al agua que nos inunda y nos veremos por primera vez cara a cara pero ellos seguirán viéndonos mientras nosotros perdemos la conciencia y morimos ahogados de tanta agua, no entenderán lo que nos pasa, no entenderán nada, serán los testigos de nuestros últimos segundos de vida y no lo entenderán. 
Moriríamos juntos como hemos estado desde el día en que nos conocimos, hicimos la carrera y nos montamos nuestra oficina, crecimos y luego nos compraron, él se quedó dirigiendo todo y yo me quedé con el tiempo libre para dedicarme a lo que me gustaba realmente, pintar. 
Siempre quise pintar el sentimiento de una escena, me quedaba horas mirando a la gente pasar, desde la ventana de nuestra alcoba veía el edificio de enfrente, quedaba lo suficientemente lejos como para no ser vista y sin embargo podía adivinar las figuras, inventaba diálogos, interpretaba sus escenas, una madre alzando los brazos mientras le habla a su hijo adolescente, una pareja que se sienta a ver la tele sin hablar, dos recién casados que se besan a cada instante, niños jugando abajo en el parque, perros que sacan de paseo a sus dueños, gatos que viven su vida caprichosamente, ancianos que suben y bajan siempre a la misma hora en un rito que dura años. 
Había días en que él llegaba de la oficina y ni me daba cuenta, me miraba en silencio para no interrumpir mi contemplación, luego le contaba todo lo que había visto y lo que yo imaginaba, eso le encantaba, él me conocía bien. Pero desde hace unos tres años he necesitado más, estar tan lejos y sólo imaginar ya no era gratificante, era extenuante. Empecé comprando unos prismáticos, eso fue divertido, luego una cámara fotográfica con el zoom 800, podías hacer fotos de casi todo y recrearme luego con los acrílicos, eso fue bueno un año, pero luego volví a necesitar más. Entonces empecé a seguir a la gente, bajaba al parque y luego les seguía tratando de dar sentido al breve acto que tenía en su ventana, pude encontrar tanta variedad de gestos en la misma persona, la dulce madre era una mujer muy agria, la seca mujer lloraba en el cine, el padre amoroso era un donjuan, me habían estado engañando, eso no me gustó, todas las emociones que había visto desde la ventana eran una farsa, la verdad estaba en la calle, cuando ellos salían de sus casas. 
Decidí entonces salir, actuar, vivir lo que viven ellos al salir de la puerta de su casa. Fue cuando empecé a entrar en las páginas de ligue por internet, me daba igual su historia, quién o qué eran, ya tenía claro que todo eso sería mentira, la verdad estaba justo cuando salían, y los hice salir, tenía claro lo que buscaba, ver la realidad de la gente, la cara sin máscara, sus tripas más que su cara. 
Pensaba que era una intrépida aventurera en busca del origen de la conducta, mi marido era mi vida pero era solo una vida, yo quería vivir varias, y cuando se quiere vivir una vida intensa hay que ir a lo básico, comer, beber y follar. 
Lo de comer quedaba truncado porque con los nervios del principio, de que el hombre sea un psicópata asesino, el hambre se me iba a los pies junto con casi toda mi sangre, me quedaba muy fría, hasta llegaba a castañear los dientes mientras pasábamos el trago del primer diálogo, lo de beber en cambio era perfecto porque se me secaba la boca, y si lo que bebíamos era vino lo de follar venía solito, era divertido ver sus reacciones con quien creían que era yo, porque lo más divertido no fue ya quienes eran ellos sino quien me inventaba que era yo cada vez, esto era mejor que ver muchas escenas tras un cristal, esto era crear escenas, mi personaje cambiaba, y los sujetos debían adaptarse a la mujer que veían, y yo aprendía ese gesto que tienen todos al resetearse, cuando lo hacían sabía que ya les tenia, sentía un poder más fuerte que el que sentí cuando empecé con el zoom 800. 
Pero ahora estaba sentada al lado de un muerto, y no sabía qué debía hacer. Pensaba que no podían acusarme de nada porque ni me había levantado de la cama y cualquier policía vería lo que habíamos estado haciendo, estaba segura de que los análisis posteriores declararían  muerte por algún fallo cardiorrespiratorio, vamos, de lo que morimos todos incluso yo frente a mi pez. 
Pensaba que tenia tiempo porque podía contar que me había dormido y que al despertar me di cuenta y fue entonces cuando llamé a la policía, cuánto tiempo podría dormir después del sexo, dos horas al menos, tenía dos horas para pensar. 
Mi marido llegará hoy a las siete porque tenemos una cena a las ocho, llamará a eso de las seis y media para decirme que llegará con el tiempo justo para ducharse y vestirse. Llamará, sobre todo, para asegurarse de que estoy despierta y no en el estado contemplativo donde el reloj también contempla al tiempo pasar. 
Llamará, seguro, a las seis y media, este hombre debe haber muerto a eso de las cuatro, ya tengo una hora límite. 
Me gusta esto de los límites externos, me obligan a actuar. Todo lo externo es como la pecera de mis goldfish, o mi techo a media noche, o el alféizar de mi ventana, o los 800 del zoom, o mi vientre sin ovarios, o las medidas de mi lienzo.
Mi teléfono tintinea. Deben ser las seis y media.
- ¿Sí?
- Buenas tardes señora  ¿es usted la mujer de Pedro de la Fuente?
- Sí.
- Me temo que tengo malas noticias, su marido ha tenido un accidente fatal y necesitamos que venga a... 
- Espere ¿es usted policía?
- Sí señora.
- He matado a un hombre, está aquí, en la cama, ni siquiera se su nombre, bueno si, Nick.