Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Levantándome de la cátedra


Antes, cuando quería esconder una cosa de mis hijos, la alzaba lo más alto que podía, para que desde abajo no se viera.
Hoy me toca ponerlo lo más abajo que pueda, para que desde arriba no se encuentre. 
Antes, cuando venían a pedirme algo y, por ende, tenía toda su atención, al tiempo que escuchaba lo que me decían, miraba también la forma en que lo hacían, corregía, daba ejemplos y los proyectaba ante una situación similar en el futuro, cuando sean grandes.
Hoy, que ya son mayores, he de hacer el esfuerzo para no “sentar cátedra” cuando hablan conmigo. 


Ya no vienen a pedirme algo, sólo vienen a contar algo, y debo meter el freno y detener la maquinaria de madre formadora y convertirme en... ¿qué? ¿su Dropbox?


Quieren que los escuche, que los vea como dan vueltas a una idea que los inquieta, que mi mente vaya tomando nota de cada elemento que juega en esa telaraña de dudas y que luego no “siente cátedra”. 
Yo he llegado a entender que ellos usan ese término como un eufemismo. “No sientes cátedra” es lo mismo que decirme “no abras la boca”. 
Y yo ¿he de escuchar, morder los dientes, dibujar una sonrisa y aderezar todo esto con alguna onomatopeya? ¿Algún “ummju” me está permitido? Pues parece que sí. 


El tema puede ser muy variado pero mis respuestas están limitadas a un monosílabo afirmativo como mucho. O la amenaza de mi cátedra hará que “no me quieran contar nada”. 


Y así llevamos un tiempo, cuando estoy haciendo algo en la cocina o sentada en el ordenador y los veo aparecer como quien danza por el salón ya se lo que me viene. Me viene su vida a capítulos, esa donde yo ya no meto mano, donde sólo puedo desear que todo lo que pude hacer, decir, ordenar y -sobre todo- convencer en aquellos años en los que alzaba las cosas, funcione ahora que me sacan dos cabezas y que ven más allá de donde yo llego.


Puede que sea una fase. Puede que cuando cumplan los treinta me vuelvan a dejar hablar. Yo estaré aquí aguantando el aire.



martes, 27 de diciembre de 2011

Comprando literalmente ilusión


Compro lotería cada semana, y cada festivo, y esos días en que coincide el año y el mes. También compro cuando el vendedor de un puesto, de esos instalados en la calle, me mira, hace algún ruido, o simplemente me parece de rostro dulce. No busco un número determinado porque creo firmemente que la que lo gana soy yo y no un número, siendo así, da igual si es el cinco o el doble cero. Pero siempre pregunto ¿Cuánto se gana con un billete? Y ese instante empiezo a decidir el mejor modo de gastarlo. Por eso no compro el euromillón, es demasiado trabajo. Disfruto más con cantidades menores a veinte millones.
Cuando lo tengo en mis manos, busco algún bolsillo secreto en el bolso, esos pequeñines que hay por todos lados pero en los que no entra nada, y ahí, como un huevito al calor de unas alas, se queda a esperar la fecha señalada.
Por supuesto que compré la lotería de Navidad, la compré el 21 de diciembre justo cuando el hombre ya cerraba y eso me pareció una señal. Me parece que acababa en 32, ahora que lo pienso el hombre me lo dio sin más, ni me preguntó qué número quería, pero eso no me pareció una mala señal, no creo en las malas señales.
He llegado a la conclusión de que compro esos cinco minutos en los que distribuyo mentalmente el premio, y quedo tan satisfecha que mi mente descarta como tarea el revisar si acaso lo he ganado. Cuando me acuerdo de que no revisé el número premiado y que ya no se dónde está el billete, suelo pensar que he sido millonaria unas cuantas veces y tan filántropa que lo he donado todo a la propia institución. Esos premios no cobrados...son los míos.

Propósitos para 2012 (primer intento).



A mis cuarenta y cuatro años debo confesar que tengo pocas ideas para propósitos con vistas al nuevo año. Y me encanta esto de listar, ya sea propósitos, artículos a empacar para un viaje, tareas a realizar un fin de semana, sitios que visitar en una ciudad nueva. 

Tenerlo en la lista es tenerlo todo un paso más cerca. Incluso numerar en orden de importancia. Como las listas para Navidad que hacía de niña. El número uno era el regalo más deseado, el resto era por si caía.

Es gracioso esto de hacer una lista de regalos para Navidad y luego otra de propósitos para el nuevo año. Nunca se me ocurrió guardar al principio de cada año la lista de propósitos que hacía hacer a mis hijos, para dárselas luego, cerca de Navidad, y que la adjunten a la lista de regalos. Aunque eran tan ambiguos para estos menesteres que creo que sospechaban de cualquier cosa que les hiciese poner por escrito. 

Ahora mismo intento pensar en cuál fue mi lista de propósitos para este año y no lo recuerdo. Puedo hacer como mis hijos y ambiguamente estructurar cuatro ideas que las podría incluir en mi lista de este o cualquier año anterior, pero recordarlo, no.

Este año he pensado escribirlas aquí en mi blog. No una lista de deseos, que eso sí que lo he hecho, lo escribo en una carta que me remito cada mes de enero y la guardo en la caja de la corona de la puerta para leerla en diciembre. Una lista de propósitos que quedará escrita en mi blog para que, en diciembre o en cualquier mes de este año, me recuerde si he hecho el trabajo necesario para conseguirlos.

Y aquí me encuentro, con el número uno en blanco. Será la inocentada del 2011, justo hoy 28 de diciembre me he quedado sin ideas para el 2012.

Pienso en un propósito y sólo se me ocurren propósitos de enmienda. Según el catecismo básico, el propósito de enmienda es una firme resolución de no volver a pecar y de evitar todo lo que pueda ser ocasión de cometer pecados. De eso si que tengo ideas, puedo hacer una lista de veinte propósitos de enmienda en el tiempo que tome el teclearlos. Pero eso sería tarea pendiente, trabajo atrasado. 


"Salí a comer fuera"

No suelo poner links de otras páginas en mi blog porque, en principio, es una especie de diario. Plasmo lo que voy sintiendo, cómo voy pensando, y espero seguir escribiendo en él hasta que  me quede sin novedades. Puede que con noventa años, si llego, me de igual que quede algo de mí o no. O, tal vez, ya ni vea lo suficiente como para desperdiciar lecturas en el pasado. Qué se yo.


Hoy he llorado leyendo una noticia, y me ha conmovido tanto que creo que debo ponerla aquí.
La he leído mientras escuchaba el concierto "Navidad en Palacio" http://www.rtve.es/alacarta/videos/especiales-navidad/navidad-palacio/1281314/


Es una noticia que cuenta un poco la historia de las familias españolas de 2011. Una historia que sin ser novedad en el mundo, si lo es para esta generación.
http://www.lavozdegalicia.es/vigo/2011/12/18/0003_201112V18C8991.htm


Les sugiero abrir ambos links, escuchar el coro y leer la noticia. Creo que lloraréis conmigo.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Querido Santa:



Santa Claus
Polo Norte



Querido Santa:

Esta es mi lista de regalos para la Navidad de 2011, desde ya te certifico que me he portado bien.
He vivido dos accidentes de tráfico de mis hijos, una rotura de pierna de mi marido, una operación de mi perra y otra de mi hurona, mi canaria tuvo cría y uno lo logró.  
Yo he cuidado de todos ellos, les he dado ánimos, comida y medicinas.
He cuidado de mi familia y de mis amigas.
Sé que con el resto del planeta no he sido una persona entregada, no he ido a África a atender a los refugiados, ni he instalado paneles solares en mi casa. El kilometro cuadrado que me circunda no me deja tiempo para más.
Intenté donar sangre y resulta que mi presión arterial es muy baja.
Soy egoísta, vale. Sólo me importan los míos, en parte debo estar de acuerdo.  Pero si cada cual cuida a los que considera suyos y no hace daño al resto ¿no estaríamos todos bien cuidados?
En fin, que la idea de hacer una lista de mis regalos ya me parece un acto egoísta, de modo que no creo que tenga que justificarme tanto.

A lo que vamos:

Quiero que todo siga su curso para bien. 
Que los que enfermaron vayan recuperándose y asimilando lo que vivieron para cuidarse más.
Que los muertos del 2011 se vuelvan ángeles y ahora velen por nosotros.
Que los que están en paro encuentren trabajo y lo aprovechen, y que los que van tirando en sus negocios sigan aguantando, y que eso se sienta un triunfo y vuelva el buen ánimo.
Que los que estén estudiando sientan que sólo es un semestre y que queda otro para remontar.
Que los que están empezando a amar se entreguen del todo, que hasta el 2013 no sabremos si los mayas tenían razón. 
Que los míos sigan siendo míos. 
Que los vuestros sigan siendo vuestros.
Que el honor se pegue a los huesos de los que nos gobiernan. 
Que no nos de vergüenza tener fe. 
Que la caridad se convierta en un virus aéreo y así cada palabra se infecte.

Santa, realmente no se si eres el indicado para darme estos regalos, y sin ánimo de ofender, pero para ser totalmente sincera te digo que entregaré esta lista a todo el que pueda enviarme alguno de estos regalos.

Sinceramente tuya,
Amalia

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Inevitable Navidad


Las fiestas señaladas, esas que se repiten año tras año, nos hacen pensar en lo que hemos hecho. Esa marca en el calendario nos evalúa. Podemos hacer trampa y esquivarlas casi a todas. Nuestro cumpleaños; basta con apagar el móvil o no contárselo a nadie. Irnos de viaje en carnaval, aprovechar el feriado de todos los santos y de la semana blanca o santa, pero no podemos evitar la Navidad. Por lo menos no en el mundo occidental, es como si un musulmán quisiese esquivar su Ramadán. 
Vemos escrito allá donde miremos “Feliz Navidad” y puede dar a entender que hay una obligación implícita de estar feliz ¿La hay? Como comunidad ¿tenemos esa obligación? Estar felices, si no todo el año ¿cuando menos al final? ¿cuando menos una vez? 
Como especie ¿necesitamos ser felices aunque sea de un modo impuesto, aunque sea fingido? ¿Necesitamos entregarnos al sentimiento de lágrima floja?
La inevitable Navidad se convierte en un ejercicio de contextualización personal. Y puede que por eso no guste a todos. Es un examen, si, pero también un borrón y cuenta nueva. ¿Qué? ¿no hemos logrado lo que quisimos? pues hay más, hay otro enero, otra primavera, otro tiempo nuevo y conocido. Una vuelta al camino sabiendo un poco más por dónde van los baches.
Debo confesar que a mi me encanta, creo que me fijo más en la cuenta nueva que en el examen. Que lo de la lágrima floja me va y si al contexto le ponemos banda sonora y luces, si hay un tamborilero, un burro, un establo, si bajan los ángeles a indicarnos el camino hacia esa vuelta a empezar, me apunto.
Siempre me ha gustado más el árbol que el nacimiento, puede que sea porque soy de costa, una costa donde no se dan pinos espontáneamente, algún eucalipto perdido, pero pinos muy pocos. 
Bajar por la noche, quedarme junto al árbol con sus luces, todo en silencio, la estrella, y escuchar en mi mente mi selección de villancicos. Y es que sólo la imaginación de una niña puede sentir una blanca Navidad a 30 grados centígrados. 
Ahora que mi año tiene cuatro estaciones y que me entero que no es pino sino abeto el árbol de Navidad, me ha ilusionado más el saber que, cuando llega el invierno con sus inclemencias, cuando los otros árboles pierden las esperanzas con cada hoja que va al suelo, el abeto resiste e incluso se pone más verde, como diciendo “No pasa nada, esto va a salir bien, solo hay que tirar hasta la primavera”.
Será por eso que la Navidad me encanta, que los villancicos me estrujan el pecho, que digo “Feliz Navidad” cuando me dan las vueltas, al tomarme un café, o al salir del supermercado. Por si contagio mi inmadura alegría, esa que se cree lo de Santa, Frosty y Rudolph. La que me hace llenar mi árbol de hadas celtas y ángeles renacentistas, huevos ortodoxos y estrellas de Belén. 
Si repito esta fantasía hasta que suene natural, si obligo a ese camarero a responderme “gracias y Feliz Navidad a ti también”, puede que, por un instante, se sonría y recuerde aquellos años en que a él también le resultaba fácil ilusionarse. Y yo afiance en mi inconsciente que este sentimiento es real.
Aflojar el cuerpo, entregarte a la idea feliz de que todo va a salir bien. Dejar el desengaño para el resto del año y vivir la magia que traen los reyes, santa, la estrella, tu hijo, tu vecino, tu perro, o esa chica que sin saber nada de ti quiso, sinceramente, que pases una Feliz Navidad.
¡¡¡ Feliz Navidad a todos vosotros !!!