Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Las horas son los sueños de los relojes

Solo debo esperar a dormir. En el día mis ojos aspiran los sonidos y por la noche la mente los saborea. Entonces decide lo que no vale la pena y lo que sí y con ellos hace un sueño.
Sólo hay una situación en la que no es necesario dormir para que me ocurra lo mismo y es cuando escucho música. Cierta música. Aunque al final imagino que viene a ser lo mismo porque en cuanto entran las notas a los pulmones, me frenan, y lentamente me abren en dos el corazón. De ahí no salen sueños sino un estallido de emoción, unas veces dulce, otras sólo es melancolía, esa sensación de haber sido arrancada de los brazos tibios de no se quién. Y empiezo a soñar despierta. Pero como estoy despierta siento la culpa de perder el tiempo, eso no se siente cuando duermes. 
Dormidos el tiempo cambia de función, deja de ser ese instrumento valioso y se convierte sólo en atrezo. 
Hace dos noches desperté a las tres de la madrugada con una de esas sentencias que caracterizan los finales de mis sueños: Un No es sólo el 70% de un Sí, sigue lo que queda hasta obtenerlo. 
Una barra de descarga con un 70% en azul estaba en mi mente. Pasan los días y aquí seguimos, imagino que al 71% ya.

Si el tiempo fuese sólo el decorado de los momentos, nada sería tan largo que duela ni tan fugaz que te deje sin aire. Las horas tendrían distintas longitudes según valga la pena seguir sirviéndose de ellas. 
Puede que seamos esa única cuerda de la teoría donde nos toca contar los segundos.