Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

jueves, 5 de enero de 2012

Reyes, tiempo de descuento


Son las 22:30 del jueves cinco de enero, y aquí sigo, igual que el 30 y 31 de diciembre y el 1 de enero, quemando el tiempo de descuento. 
He intentado escribir una lista de propósitos y no lo he logrado. Estuve muy cerca. Llegué, incluso, a tener cuatro y hasta pensé que no era poco, que cuatro era perfecto para tenerlos presente todo el año. El primero era un horario, como cuando tienes 10 años, pegarlo en mi mesa y cumplirlo rigurosamente. Levantarme a la misma hora cada día, hacer todo lo que suelo hacer pero dentro de unas horas fijadas en un papel y, sobre todo, a media noche a la cama. Se acabó la anarquía de mi sueño, el empezar cosas y dejarlas a medias, retomarlas a las 2 de la madrugada y cerrar los ojos cuando amanece. En el 2012 todo tendría un orden. 
Conociéndome pensé que lo mejor sería intentarlo unos días para ajustarlo, y es lo que he estado haciendo. He concluido que no funciono ordenadamente. Mis propósitos no los puedo cumplir dado que el primero de ellos, y su base, me desvirtúa. La intensidad que dedico a un objetivo es enfermiza, cuando quiero algo no paro, eso hace que no puedan estar muy lejos, me limita el agotamiento. “Carrera de caballo, parada de burro” 
Hoy he pensado abandonar el propósito de escribir mis propósitos, es más, no tener propósitos un año entero, y explico el por qué.
En estos días he navegado por muchos blogs leyendo propósitos, todos tienen en común la salud, ya sea la comida, el ejercicio, o la tranquilidad mental. Sonreír cada día al menos a una persona, decía un blog. Que todo lo que entre por mi boca sea algo nutritivo y sano para mi cuerpo, decía otro. Dedicar una hora diaria a poner la mente en blanco, leer dos horas cada día, caminar seis kilómetros diarios, hablar cada tarde con mis hijos apagando el móvil, dejar mi ipad una tarde a la semana, responder los emails con menos de tres palabras, etc. En resumen, los propósitos eran hacer lo que normalmente no haríamos, lo que no nos sale de forma natural, romper el hábito de ser como somos y así volvernos mejores personas.
Las preguntas que debí formularme antes de fijar mis propósitos son ¿Me gusta la persona que soy? ¿Cómo soy? ¿Cómo sería la persona que me gustaría ser? ¿Qué he de hacer para conseguirlo?
Entonces me acordé de Ortega y su circunstancia. 
Si “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”, ese Yo variaría conforme pasa el año y cambiasen las circunstancias. 
Puede que me guste hoy pero, si cambia la circunstancia, obligatoriamente ha de cambiar mi Yo. Como la circunstancia es la variable indeterminada es el Yo quien ha de irse sumando o restando, o hacerse la raíz cuadrada a sí mismo, hasta volver a ser uno con su circunstancia. 
Y me vino la iluminación. Cuando uno no se gusta es que su Yo no se ha aunado con su circunstancia y por eso ésta le repele y le hace infeliz. La premisa cambia: antes de formularme mis propósitos para el 2012 ¿me gusta mi circunstancia?
Yo adoro mi circunstancia. Y aquí ya paso hasta del mismo Ortega y su definición de circunstancia.  
Mi familia y mis amigos son mi circunstancia. Si vivir es tratar con el mundo y la reimpresión de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana, entonces Yo y mi circunstancia reimprimiremos juntos las cosas que nos lleguen en el calendario. Si el mundo es un escenario, paso de que la vida sea una tragedia o un drama, para mí es una peli de Disney (Bambi no), mejor aún, una de Pixar.
Mis propósitos serán entonces que yo y mis circunstancias usemos el enclenque escenario de 2012 que acaba de sernos dado y lo remodelemos, como cuando de niños poníamos los muebles de cabeza y los convertíamos en naves espaciales. Al infinito y más allá...