Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

lunes, 27 de septiembre de 2010

NICK







He matado a un hombre, está aquí ... en la cama, ni siquiera sé su nombre, bueno sí, Nick, pero no es su nombre verdadero, es su nick
Sonaba gracioso cuando chateamos la primera vez hace una semana, el lunes para ser exactos.
Empezamos hablando de lo que ponía la tele a esas horas de la madrugada y en la cuarta línea le solté “qué tal si no hablamos más y nos vemos el viernes a ver qué pasa”, luego de un silencio dijo que sí.
Quedamos en un hotel pequeño en la calle del Arenal, dejamos las ventanas abiertas y las luces apagadas, había una penumbra extraña aunque era medio día.
Sabíamos muy poco el uno del otro y tampoco había interés en saber más, le dije que estaba haciendo un estudio antropológico y que él era el sujeto de mi estudio, fue divertido dado que se prestó al juego y contestaba ingeniosamente al sin número de preguntas que yo inventaba sobre la marcha mientras daba largos tragos a la botella de vino, él casi no bebía. 
Las preguntas se fueron tornando más físicas que psíquicas y empezamos el acto, lo hicimos siete veces seguidas, cuento la séptima porque ambos … bueno, seguro que él más.
¿Qué hago ahora? ¿A quién llamo primero? ¿A la policía? ¿A mi marido?
Siempre pensé que algún día, ya jubilados, nos pondríamos a hablar y se lo contaría todo y él me entendería, por supuesto que lo haría, me conocía tan bien.
Recuerdo cuando lo vi por primera vez entrando en el aula de la facultad, era octubre y aún tenía el bronceado del verano, llevaba una camisa rosa de lino, era alto y fuerte, las mejillas rojas de sol, creo que hasta olía a sol.
Nuestra cama es de dos metros, igual que esta del hotel donde está el muerto, sin embargo en mi cama nunca hay paz, tengo un sueño muy liviano, un suspiro me despierta, siento cada movimiento de mi marido al dormir, incluso no sé qué hace que a veces me despierta con un chirrido de los talones contra las sábanas, y si me desvelo no vuelvo a conciliar el sueño, me quedo mirando el techo. 
Vivimos en el último piso del edificio y encima nuestro está la piscina. Suelo quedarme viendo el techo, adivinando la lámpara en la oscuridad, pensando que tal vez el agua de la piscina encuentre un camino por el cable de la luz y caigan gotas en la habitación, que no me de cuenta, que se empiece a llenar y cuando esté al nivel de las sábanas entonces se cuartee el techo y caigan de golpe los 50 metros cúbicos de agua, así de repente, y el golpe sea como el de una gran losa y nos aplaste tan fuerte que nos quite a los dos el aire de los pulmones y que cuando reaccionemos y demos la primera bocanada los pulmones se llenen de agua y nosotros abramos los ojos y veamos todo flotar, nadie nos extrañaría, estamos solos los dos, sin hijos, ni gato, bueno, tenemos una pecera con cinco gold fish que están muy gordos, pero ellos saldrán desbordados de su encierro y se unirán al agua que nos inunda y nos veremos por primera vez cara a cara pero ellos seguirán viéndonos mientras nosotros perdemos la conciencia y morimos ahogados de tanta agua, no entenderán lo que nos pasa, no entenderán nada, serán los testigos de nuestros últimos segundos de vida y no lo entenderán. 
Moriríamos juntos como hemos estado desde el día en que nos conocimos, hicimos la carrera y nos montamos nuestra oficina, crecimos y luego nos compraron, él se quedó dirigiendo todo y yo me quedé con el tiempo libre para dedicarme a lo que me gustaba realmente, pintar. 
Siempre quise pintar el sentimiento de una escena, me quedaba horas mirando a la gente pasar, desde la ventana de nuestra alcoba veía el edificio de enfrente, quedaba lo suficientemente lejos como para no ser vista y sin embargo podía adivinar las figuras, inventaba diálogos, interpretaba sus escenas, una madre alzando los brazos mientras le habla a su hijo adolescente, una pareja que se sienta a ver la tele sin hablar, dos recién casados que se besan a cada instante, niños jugando abajo en el parque, perros que sacan de paseo a sus dueños, gatos que viven su vida caprichosamente, ancianos que suben y bajan siempre a la misma hora en un rito que dura años. 
Había días en que él llegaba de la oficina y ni me daba cuenta, me miraba en silencio para no interrumpir mi contemplación, luego le contaba todo lo que había visto y lo que yo imaginaba, eso le encantaba, él me conocía bien. Pero desde hace unos tres años he necesitado más, estar tan lejos y sólo imaginar ya no era gratificante, era extenuante. Empecé comprando unos prismáticos, eso fue divertido, luego una cámara fotográfica con el zoom 800, podías hacer fotos de casi todo y recrearme luego con los acrílicos, eso fue bueno un año, pero luego volví a necesitar más. Entonces empecé a seguir a la gente, bajaba al parque y luego les seguía tratando de dar sentido al breve acto que tenía en su ventana, pude encontrar tanta variedad de gestos en la misma persona, la dulce madre era una mujer muy agria, la seca mujer lloraba en el cine, el padre amoroso era un donjuan, me habían estado engañando, eso no me gustó, todas las emociones que había visto desde la ventana eran una farsa, la verdad estaba en la calle, cuando ellos salían de sus casas. 
Decidí entonces salir, actuar, vivir lo que viven ellos al salir de la puerta de su casa. Fue cuando empecé a entrar en las páginas de ligue por internet, me daba igual su historia, quién o qué eran, ya tenía claro que todo eso sería mentira, la verdad estaba justo cuando salían, y los hice salir, tenía claro lo que buscaba, ver la realidad de la gente, la cara sin máscara, sus tripas más que su cara. 
Pensaba que era una intrépida aventurera en busca del origen de la conducta, mi marido era mi vida pero era solo una vida, yo quería vivir varias, y cuando se quiere vivir una vida intensa hay que ir a lo básico, comer, beber y follar. 
Lo de comer quedaba truncado porque con los nervios del principio, de que el hombre sea un psicópata asesino, el hambre se me iba a los pies junto con casi toda mi sangre, me quedaba muy fría, hasta llegaba a castañear los dientes mientras pasábamos el trago del primer diálogo, lo de beber en cambio era perfecto porque se me secaba la boca, y si lo que bebíamos era vino lo de follar venía solito, era divertido ver sus reacciones con quien creían que era yo, porque lo más divertido no fue ya quienes eran ellos sino quien me inventaba que era yo cada vez, esto era mejor que ver muchas escenas tras un cristal, esto era crear escenas, mi personaje cambiaba, y los sujetos debían adaptarse a la mujer que veían, y yo aprendía ese gesto que tienen todos al resetearse, cuando lo hacían sabía que ya les tenia, sentía un poder más fuerte que el que sentí cuando empecé con el zoom 800. 
Pero ahora estaba sentada al lado de un muerto, y no sabía qué debía hacer. Pensaba que no podían acusarme de nada porque ni me había levantado de la cama y cualquier policía vería lo que habíamos estado haciendo, estaba segura de que los análisis posteriores declararían  muerte por algún fallo cardiorrespiratorio, vamos, de lo que morimos todos incluso yo frente a mi pez. 
Pensaba que tenia tiempo porque podía contar que me había dormido y que al despertar me di cuenta y fue entonces cuando llamé a la policía, cuánto tiempo podría dormir después del sexo, dos horas al menos, tenía dos horas para pensar. 
Mi marido llegará hoy a las siete porque tenemos una cena a las ocho, llamará a eso de las seis y media para decirme que llegará con el tiempo justo para ducharse y vestirse. Llamará, sobre todo, para asegurarse de que estoy despierta y no en el estado contemplativo donde el reloj también contempla al tiempo pasar. 
Llamará, seguro, a las seis y media, este hombre debe haber muerto a eso de las cuatro, ya tengo una hora límite. 
Me gusta esto de los límites externos, me obligan a actuar. Todo lo externo es como la pecera de mis goldfish, o mi techo a media noche, o el alféizar de mi ventana, o los 800 del zoom, o mi vientre sin ovarios, o las medidas de mi lienzo.
Mi teléfono tintinea. Deben ser las seis y media.
- ¿Sí?
- Buenas tardes señora  ¿es usted la mujer de Pedro de la Fuente?
- Sí.
- Me temo que tengo malas noticias, su marido ha tenido un accidente fatal y necesitamos que venga a... 
- Espere ¿es usted policía?
- Sí señora.
- He matado a un hombre, está aquí, en la cama, ni siquiera se su nombre, bueno si, Nick.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Definitivamente Amateur.



 “amateur.
  1. adj. Aficionado a algo con cierto conocimiento de la materia de que se trata. U. m. c. s. Enseñó el álbum de sellos al otro amateur. 
  2. adj. aficionado (‖ que practica sin ser profesional un arte, deporte, etc.). Actor, deportista amateur. U. t. c. s.
  3. adj. Dicho de alguna actividad: Que se practica o realiza de manera no profesional. Cine amateur. Ciclismo amateur.“ (tomado de la R.A.E.).
“Profesional: __         Amateur: __      
  • Profesional: Más del 50%de sus ingresos provienen de su actividad como fotógrafo.” (tomado de una subscripción a un concurso de fotografía de National Geographic).
Ayer estaba charlando con una amiga, no habíamos coincidido en 8 años, fue uno de esos sucesos "Facebook" Lo cierto es que empezamos el up date en el punto en que cada una perdió la pista a la otra. 
Es lo que tiene el sentimiento fraterno, no es casualidad que rime con eterno. 
Era resbalar por un tobogán, no había que hacer nada salvo entregarse a los recuerdos y tratar de darle cierta lógica en retrospectiva. En un punto ella dijo “bueno, y ya sabes lo que quieres”  yo buscaba a la velocidad del rayo algo que se me hubiese escapado en esas 2 horas de parloteo y que responda a esa pregunta que sonaba tan obvia en sus líneas. 
No pude, esas bolas bajas que me lanza hacen que aprecie nuestras charlas y contesto que no sé lo que quiero, aún
Ese “aún” me indicó que había caído en la trampa, porque no tengo ni un sólo recuerdo de mi diciendo “no se lo que quiero” pero mi necesidad de coherencia me obliga a desarrollar lo que acabo de decir y continúo, creo que moriré sin encontrarlo, ahora me he atrapado más en mi propia dialéctica y en un intento por salir de las arenas en las que me estoy revolcando digo, tampoco me esfuerzo.
Ya salió mi orgullo, y entonces me veo a mi misma diciendo una barrabasada tras otra, y a ella, expectante, disfrutando, esperando el final para ver con qué filosofía tipo new age la sorprendo. 
Por fin la luz se enciende, la calma llega, las neuronas han encontrado un reducto conciliador entre mi yo, mi otro yo (en mi psique todos somos iguales, nada de super) y mi ello. 
Porque he llegado a la fácil conclusión de que, puede ser que lo quiera todo y que me de igual cómo vaya llegando. La vida es un desayuno bufete, lo importante es levantarse pronto, ya se sabe que si llegas tarde el zumo de naranja suele haberse acabado. 

Y mientras me escucho diciendo la última metáfora, no se cómo mi retina se invierte y lee en mi mente la suscripción que acababa de llenar para el concurso de fotografía dos horas atrás. ¿Profesional o Amateur? Si sé el por qué, lo hace para continuar esa conciliación de toda mi psique, para poder ponerle título a lo hablado. Yo voy por la vida, definitivamente, en calidad de amateur.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Un café con sacarina, por favor.

Me gusta el café. 
Empecé tarde, como lo he hecho con casi todos mis vicios, y alentada por un empirismo lógico que me ha servido siempre para justificar mis actos. 
Con 27 años aprendí lo que era un buen dolor de cabeza, como los síntomas apuntaban a una migraña yo me apunté al cafergot. Fui memorizando todo el caleidoscopio de ese dolor, su llegada, su cúspide y su partida. 
Revisando el vademécum que dormía en mi mesilla de noche, llegué a la conclusión de que lo que tomaba era algo parecido a 1000 tazas de café. Ahí fue cuando la palabra Eureka quiso salir de mi boca, la frené y sopesé la situación. 
Yo desayunaba un vaso de leche cada mañana, nunca había querido desvirtuar su sabor, el café me parecía algo tan amargo y con un éxito casi tan inexplicable como el de la cerveza, y digo casi porque al café, por lo menos, se le podía añadir azúcar, mucha azúcar.
Decidí experimentar un mes a razón de 3 tazas por día. Café soluble, azúcar y una mueca en mi boca. Al mes ya estaba bebiendo 5 tazas en un jarro hermoso que compré. 
Empezó entonces mi afición por las cafeterías con el pretexto de ir probando distintos modos y sabores. Hoy soy una adicta y ya no sólo al café sino a toda su parafernalia. 
Cuando tomas tanto café no puedes echarle 3 cucharadas de azúcar a todas las tazas si quieres mantener tu cintura, ahí entré al bando de la sacarina y digo bando porque es algo parecido a lo que ocurre entre fumadores y no fumadores, las actitudes de los segundos para con los primeros suelen ser variadas. 
Los no fumadores, generalizando, tienen 2 posturas. La primera corresponde a los que arriscan la nariz en cuanto alguien hace el gesto de sacar los cigarros y, si el humo proviene de la silla de atrás, empiezan a abanicarse la cara y girarse para ver de dónde viene el incendio, si pueden cambian de silla. La segunda postura corresponde a los que miran con curiosidad, aprecian el olor y a veces roban una pitadita. 
Con la sacarina ocurre igual, los hay que te miran como si tomases cáncer en polvo o los que, por el contrario, se la echan al café como jugando pero lo acompañan con una tarta acaramelada. 
Sin embargo, yo no he visto a un sólo camarero mezquinar un cenicero o un mechero, pero, cuando pides sacarina es como si los dueños del restaurante les restaran de su sueldo el valor de cada sobre, te echan el azúcar en el platillo y casi salen corriendo para no escuchar que dices "sacarina por favor" y si te escuchan, se demoran el tiempo suficiente como para que el café se enfríe. Cuando por fin llegan, sacan de su delantal un mini sobre y se nota, a través de la tela de ese gran bolsillo, que no hay más, de tal forma que, si decides pedir otro sobre aceptas por anticipado otros 10 minutos de demora. 
Lo mismo ocurre si pides al principio “un café con sacarina” traen azúcar y vuelta a empezar. 
Adoro las cafeterías que usan el tarro dispensador, aunque demoren 20 minutos, cuando llega, puedes aplastar las veces que quieras y empezar el rito. 
Oler el café, mover la cucharilla, sorber muy poquito al principio fingiendo que te quemas como si el camarero no se hubiese demorado nada, olvidarte ese instante de todo y pensar en aquel test que decía que, si respondías que "si" te gustaba el café, eras una persona muy sensual. 
Pues creo que empecé a ser sensual pasados los 27.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Los Intuinautas

Los intuinautas 
(vamos navegando por la vida a punta de intuición) 
Ahí está otra vez “Suscribirse a: Entradas atom”
Mi Blog y yo estamos todavía en fase de enamoramiento, nos vemos casi a diario, nos miramos sin decir nada por varios minutos en cada encuentro y descubrimos detalles que vamos rozando con cautela. 
Entradas Atom, llevo unos días dándole vueltas ¿qué pasa si cliqueo? me animo, uy, he hecho algo, estoy en otra página, cierro, se me cierra todo ¿mi Blog, donde ha ido? no pasa nada, lo encuentro, me animo, vuelvo a hacer click, espero a que se cargue bien, sale mi Blog ¿en azul?, umm, ¿para qué servirá esto, otra página del mismo blog? no le veo el uso, seguro será algo muy útil pero yo no lo entiendo y para seguir navegando no lo necesito por ahora, lo dejo, pierde mi interés, eventualmente lo veo de reojo para comprobar que no ha desaparecido. 
No puedo, me mira el Atom, voy a google y escribo “entradas atom  qué es” y aparece:
  1. Sigo intentando meterme al máximo en el mundo de los blogs. ¿Qué es esto que aparece al final de mi blog que dice: Suscribirse a: Entradas (Atom)? Cuando presiono sobre el vínculo, aparece una ventana nueva con un texto que no entiendo nada. ¿Está relacionado con feed y con RSS? Perdonad mi ignorancia, porque esto debe ser básico. Un saludo a todos y gracias
    POSTED 3 YEARS AGO # 
  1. Member
    Efectivamente, ése es el feed de tu blog. Si quieres seguir leyendo un poco más sobre este tema, aquí hay un pequeño artículo (nos guía al pozo de la sabiduría ¡Wikipedia!)

¡Three Years ago! voy con retraso. 
Empecé en Junio, ya sé escribir e incrustar una foto, y un enlace, incluso me hice otro blog en otra web, la monogamia la dejo para el matrimonio. 
Al principio no quería ni poner mi nombre, luego puse mi foto, un día que estábamos en confianza le escribí mis intereses y mi postura filosófica, ahora todo está conectado, mi face con mi Blog, mi Blog con mi otro blog, todos con mi gmail, me falta el iphone. 
Eso ya es más íntimo y el tiempo que llevamos juntos todavía... no me atrevo, ya se verá.
Pero lo que me anima es que hay por ahí pululando muchos otros intuinautas como yo. Blogueros que comparten sus fotos, experiencias, emociones y frustraciones. Aprendiendo que todos estamos conectados por el innato deseo de trascender.


sábado, 11 de septiembre de 2010

Doler

Doler es uno de esos verbos que cambia de intensidad  según el pronombre que lo conjuga. Cuando la conjugación empieza con el reflexivo me es cuando alcanza su mayor expresión, sobre todo cuando lo conjugo yo, Amalia.
No soporto el dolor físico. Cuando a mi me duele algo puedo acabar con una farmacia, de hecho, he dejado boquiabierto a más de uno que ha presenciado un evento de estos, y es que si me duele no caben vergüenzas.
Leí algún artículo médico que explicaba el daño que hace al cuerpo la ingesta de antiinflamatorios.
Hay analgésicos con propiedades antiinflamatorias y otros que carecen de esas propiedades (o sea, los que no calman). Los efectos tóxicos que se presentan a continuación son causados por las propiedades antiinflamatorias...”
Me gusta más llamarlos desinflamatorios porque suelen tomarse cuando ya se ha inflamado la parte del cuerpo que nos duele y es cuando no estamos para lecturas.
Me levanto como puedo de la cama, camino arrastrando los pies hacia el botiquín a por el segundo naproxeno en menos de una hora y, justo en el tiempo que toma mi cuerpo en pasar de horizontal a vertical, me viene a la mente el dichoso artículo médico, entonces, como si de un conjuro se tratase digo “ah, para lo poco que dura la vida” y voy decidida a ingerir el veneno que calme el dolor, pero, de mi cama al baño hay siete metros, suficientes metros para que mis neuronas empiecen a discutir.
¿Están de acuerdo con lo que acaba de decir? 
¿Es la vida corta?
La vida no es corta ¡es larguísima!
El problema es que se vive en el mismo envase.
Envase que se está degradando naproxeno a naproxeno.
¿Se dañará el hígado? 
¡Los riñones!
Umm, recordemos el artículo.
Y mientras mis neuronas van a por la información, que seguro está a más de siete metros, mi mano ya ha llegado con la pastilla a mi boca y rueda sin remedio por mi tráquea.



viernes, 10 de septiembre de 2010

Un camello bajo el sol. Aquella vez, en Tánger.

Rache



Terminaba el invierno de 19?7 cuando nos dieron la noticia, un bebé estaba de camino. Mis dos hermanos mayores, Alberto de diez y María Elena de catorce, se emocionaron. Mi hermana menor, Jéssica, que por entonces tenía seis y vivía en las faldas de mi madre, sólo sonrió. Yo, que con nueve años ya había traído a casa cuanto bicho viviente podía, sentí algo más que entusiasmo, era un sentimiento parecido al de tener un cachorrillo pero sabiendo que a la larga hablaría. 
En diciembre de ese año nació, mi padre nos llamó al teléfono para decirnos que se llamaría Raquel, de inmediato dejamos de brincar en su cama soltando nombres al aire, yo había estado gritando Wendy (la de Peter). Sería Raquel, Laura Raquel, esa fue mi primera decepción. 
Al llegar a casa mi madre entró en su habitación con Raquel. Ese lugar en el que antes podíamos brincar, llegar corriendo como si fuese la única madrina válida en el pilla pilla, retozar antes de que nos obliguen a meternos a la ducha, el de la gran cama, de pronto, era sitio estéril.
Y a mi, que tenía experiencia criando perros, cobayas, loros, patos, conejos, tortugas y hasta una iguana, me prohibieron tocar a Raquel sin vigilancia y por supuesto con la escrupulosa esterilización del caso. Pasé de Raquel.

Guardo algunas imágenes de eventos en mi adolescencia donde Raquel entra en escena, discusiones sobre objetos perdidos que luego encontraba en su casa de muñecas y que misteriosamente volvían a desaparecer, una nariz pegada a unos ojos curiosos que recibían mi portazo, y un incidente que parecía tener un trágico fin, cuando Raquel desapareció. 
Mi madre empezó llamándola sin respuesta, luego alarmó a toda la casa, entre padres, hijos y empleados se buscó por todo el barrio, yo me quedé en casa por si volvía, también haría de Hermes, si alguien la encontraba debía ir a avisar al resto (no había móviles). Con el silencio de la casa esperé en la terraza para otear el horizonte. Un ruido en una de las habitaciones llamó mi atención, corrí y la encontré, blanca como un fantasma, se había metido bajo la cama para poder jugar con el talco y lo había esparcido todo, parecía disfrutar de su tacto sobre el piso frío. Hermes atrapado. No podía salir corriendo a dar el aviso según mis planes porque no iba a dejarla sola ahora que la había encontrado y se negaba rotundamente a salir de debajo de la cama. Me asomé y empecé a gritar al primero que divisé, al segundo llegó todo el mundo, y fue mi madre quien aún llorando, tuvo que subir y sacarla de ahí prometiéndole que seguiría jugando con su talco.
El siguiente recuerdo de Raquel es en mis citas con mi novio. Mi madre no admitía que una chica salga con un chico sin un tercero de confianza, y qué más confianza que una metiche de diez años que se creía que éramos amigos los tres. No pude ver ninguna peli en el cine que no fuese para niños, conversábamos del tiempo y claro, siempre ella, mirándonos, como queriendo entender algo que no pillaba del todo. Al final fue más fácil casarme que seguir pegada a Raquel.
Con el tiempo, aquel incordio de niña creció y se convirtió, increíblemente, en mi mejor amiga. Sigo pegada a Raquel.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ayer

Ayer el cielo era rosa y las nubes, al alejarse del centro, se manchaban de naranja, un campo de naranjas al final del horizonte. Si me hubiese acercado a ese extremo seguro que me habría impregnado de su perfume, si hubiese llegado hasta ahí, mi nariz habría tirado de mi más afuera del extremo en busca de los azahares.  
Ayer el agua era clara y destellaba, los rayos salían al encuentro del cielo, eran tan fuertes, esa luz era casi palpable, podría haber subido por ella. Si me hubiese acercado a su orilla, no me habría cegado, su luz era fría y blanca como el mármol, a medio camino empezaba a rebotar el rosa del cielo. 
Ayer los montes perdían su color, no se notaba el verde, ni el marrón, ni el gris. De tanta claridad sólo se adivinaba su perfil. Si me hubiese acercado a sus faldas me habría cegado y convertido en el negativo de mi foto
Ayer el cielo era, no estaba. Cuando algo es tan fuerte como lo que fue ayer, aunque sólo dure unos minutos, no puede ser más que lo que se es. 
Si ayer me hubiese acercado a la orilla y hubiese subido al mármol blanco y hubiese atravesado el final del horizonte, me habría embriagado en los campos de naranjos que hay más allá y me habría convertido en los píxeles de mi foto, y cada píxel habría sido uno con el cielo.
Eso hubiese sido ayer, hoy no.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Nuevos amigos


Aunque esto es mi presente, el traer perritos a casa es una constante en mi historia. 
Mi primer sueldo lo gasté en comprar un pastor alemán llamado Patón, al crecer resultó ser poco pastor y menos alemán de lo esperado, pero ser patón fue una constante en la suya.

Aquí les dejo con Leo y Laila
http://www.youtube.com/watch?v=w7Hjbut6Eds