Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

viernes, 18 de junio de 2010

Algo habré vivido.


Viernes 11 de junio de 2010 0:13h

Fui al Psicólogo un día. Era un Psicoanalista que hacía el viaje de Quito a Guayaquil una vez por semana y atendía a un grupo muy reducido de pacientes "recomendados". Entré sabiendo la teoría y quería experimentar la sesión, la terapia, el diván.
Me parece que fui 5 semanas, en la última sesión me dijo la única frase de más de 3 palabras que le oí "Ve a vivir y cuando hayas vivido vuelve".
Pensándolo ahora creo que si la raíz de los problemas está en la infancia, con 30 años, dos hijos y 9 años de matrimonio ya tendría que tener algún lío interesante que resolver, pero no.
Luego de eso, con 33, me divorcié. Con 36 me vine a vivir a Madrid. Ya tengo 7 años aquí, pero claro, ya no puedo tener la consulta con el eminente y esto en el caso de que siga vivo porque ya era muy mayor. Muy mayor cuando tenia 30 bien podía ser 60, joíín, ahora no me parece tanto, seguro estará vivo escribiendo sus memorias. Ya somos dos.
Y aquí entro en el por qué escribo esto, porque mi hijo mayor me dice todo el tiempo "Por qué no escribes algo, cualquier cosa, pero algo". Y , no se pero, no es lo que dice sino el tono, parece mi padre cuando me veía acostada en mi cama desperdiciando el tiempo, o cuando quería que plante mi bonsai de aguacate en el patio "Ya tiene 4 años en esa macetita, seguro que si lo plantamos en el patio bruuuuu se alza en un año y da unos aguacates deliciosos". Aún hoy están cosechándolos dos veces al año, ahí, en la mitad del patio, justo donde estaba el árbol de oro de mi mami plantado en la tumba de corazón, el conejo al que amputé la oreja y salve la vida.
Siempre que recuerdo al aguacate recuerdo la mesa de ping pong llena de 21 macetitas, recogí 21 ejemplares de árboles, todos en ese invierno, tenía 17 años. Iba por todas las aceras fijándome si algún árbol tenia un hijito cerca, uno que haya nacido en la tierra suelta que se acumula luego de la lluvia. Conseguir un árbol con la raíz principal torcida es un éxito asegurado como bonsai. Samanes, almendros, mangos, acacias rojas y amarillas, el parque de Los Ceibos guardaba un botín. Cuando paraba de llover era el momento de ir a por ellos, la tierra mojada hacía más fácil el rapto. Luego quise variedad y el techo de mi casa me dio lo que faltaba, las ramas del aguacate del vecino aterrizaban en la esquina de casa, me subí al mango que estaba en el porche y brinqué al techo con la sensación de robar en mi propia casa, me hice con el único ejemplar que hubo todo ese invierno.
¡Como cuidé esos arbolitos! hasta que, con 21 años me casé y me fui de mi casa y de mi ciudad. Sobrevivieron 5, luego 3, dos acacias y el aguacate. Hoy, sólo vive este último.

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