Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

jueves, 24 de febrero de 2011

La hermandad del Kéfir


A mi hermana y a mi nos encantan los herbolarios. Fisgoneamos entre las hierbas, los cereales orgánicos y las mieles ecológicas. Compramos todo lo que parezca rico y sea novedoso. Unas veces los aceites con omega 3, otras la miel de las abejas que sólo hayan bebido de flores de azahar ¿Harán algo parecido a una prueba de alcoholemia antes de permitirles entrar al panal? Granos enteros, molidos, troceados. Incluso llegamos a comer hamburguesas vegetales. 
Un día nos topamos con frascos de Kéfir. Pensábamos que era yogur dicho en otro idioma. Pero luego, en un supermercado, vimos: yogures de leche de vaca, yogures de leche de cabra, yogures desnatados, Kéfir de leche de vaca y Kéfir de leche de cabra. El Kéfir no lo hay desnatado.
No era Yogur en otro idioma, era otro bicho y uno que no se anda con dietas.
Antes de meterme algo a la boca suelo hacerlo pasar por google. Entonces me enteré que ese bicho no era tan desconocido. De niña, mi madre solía darnos batido de Kéfir. Ella tenía en casa ese bichito sumergido en leche y lo cernía cada noche. Ya está, debía conseguir el Kéfir.
Primero intenté comprarlo por internet, pero me lo enviaban deshidratado. Mucho me temía que no sería capaz de reanimarlo. Pensé que podían venderlo en los herbolarios. Llamé por teléfono y pregunté si tenían nódulos de kéfir para comprar. La señora, que respondió la llamada, dijo:
  • ¡Eso no se vende! (menudo susto). 
A continuación aclaró: 
  • Eso se regala. Ven el sábado por la mañana a mi tienda que te lo tendré listo.
Así entré en la hermandad del Kéfir del pueblo.

1 comentario: