Tengo una caja, en la última balda, de la última librería. Esa que ya no se por qué sigue ocupando sitio en la bodega, y ahí se queda.
Está a rebosar. Tiene los manuales de instrucciones de todo cuanto se compra en casa. Una cámara de fotos. Un teléfono. Una deshidratadora. Da igual, todo termina dentro.
Eventualmente reviso la caja, y tiro los manuales de las cosas que han pasado a mejor vida.
No solo los guardo. Yo los leo. Soy la única en casa que lo hace. Pensaba que era porque bastaba con que uno lo lea, y guarde. Como ya lo hacía yo, ellos no lo hacían. Pero hoy, que somos todos adultos, veo que tiran a la basura el manual de cuanto compran. Luego pensé que era porque soy la única mujer. Pero tampoco. Tengo a mi hermana, que saca los objetos de las caja, y las tira con todos los papeles dentro. He ido indagando entre mis amigos, sobre si leen y guardan el manual de instrucciones, y parece que no ha sido algo común.
¿Por qué lo hago? Y sobretodo ¿Por qué siento que es una limitación hacerlo?
Leer las instrucciones siempre me ha dado la tranquilidad, de que no voy a echar a perder el cacharro, al primer traspiés.
Pero ocurrió algo hace un par de años. Tuve mi primer iphone.
La caja era dura, alta. Dentro venía el Iphone muy bien aislado. Sus pegatinas de manzanita. Al fondo de todo, las instrucciones. Una hojita con dibujos, dos instrucciones de encendido y una web. Eso era todo.
La caja era dura, alta. Dentro venía el Iphone muy bien aislado. Sus pegatinas de manzanita. Al fondo de todo, las instrucciones. Una hojita con dibujos, dos instrucciones de encendido y una web. Eso era todo.
¿Qué había pasado con los manuales en 7 idiomas?
Soy yo. Ya pasó, por encima de mi, la tecnología. El papel ha caducado. Hoy, si quieres que tu iphone no muestre tu número en la llamada, debes entrar en youtube. Un vídeo de alguien, que se tomó la molestia de colgarlo, te enseña a hacerlo.
Mis hijos tienen sus móviles llenos de apps. No se usa el sms, se usa el whatsapp. No tienen libros, la facultad cuelga todo. Saben de una fiesta por el tuenti.
Ellos me dicen que el manejo es intuitivo. Esto me llega al corazón. Yo era la intuitiva en mi grupo. Esto de lo “intuitivo” se relacionaba más con el tercer ojo, que con el sistema operativo.
El “lea las instrucciones antes de usar” era una advertencia de que podías estropearlo. ¿Ha desaparecido esa posibilidad?
Yo tenía veintipocos cuando formé mi familia. Recuerdo que, cuando me iba de viaje, y encargaba mis hijos a sus abuelos, dejaba por escrito todo lo que tenían que hacer ante las distintas circunstancias que podían ocurrir.
En casa, tenía por escrito todos los castigos que se iban a cumplir emparejados con sus correspondientes causas. Eran dibujos al principio. Los últimos listados, de falta y castigo, los escribieron ellos con 14 años.
Si yo hubiese podido, habría colgado una tarjeta de instrucciones en mi cuello.
Unas instrucciones generales en el cuello de todos, nos ahorrarían muchos disgustos. En unos casos instrucciones, y en otros advertencias.
Algo así como el “si bebe no conduzca”.
“Luego de administrarse una charla con fulano no operar armas de fuego”
“dosificar su presencia a una hora semanal”
“nunca usarse sin revisar primero si ha tenido un buen día”
“abrazar antes de usar”
“mirar antes de hablar”
“hablar despacio” “no dilatar lo que se va a decir”
Algo que ayude a no estropear en el primer traspiés.
Hoy es todo intuitivo. Tantear y seguir.
El domingo, en la comida, bebíamos un Viña Ardanza del 2001. Me gusta ver las botellas. Esta me hizo sentir acompañada, y ya no solo por su contenido.
Decía la etiqueta, abajo del nombre y la cosecha, que el sol, la lluvia, el viento, había sido especialmente propicio para obtener tres cosechas que se calificaron como especiales: 1964, 1973 y 2001.
Yo estaba bebiendo un vino que me decía cómo había que sentirlo. Su delicadeza arropada en un sol, que sólo había encontrado el grado perfecto tres veces en 50 años. Su humedad en mi boca. La complejidad de esa añada, que no esperaba a ser intuida. Tanteada. No. Quería ser disfrutada desde el principio. Y te daba las instrucciones para que no estropees el momento.
Debe ser por eso, que es uno de mis favoritos.
yo tardo en tirar las cajas de los televisores unos 3 o cuatro años y aun asi no me fio, se me hace que los tendre que embalar para mandar...mentira, todavia no he sido capaz de mandar nada a reparar.
ResponderEliminarpor no tirar no tiro ni los aparatos rotos , me cuesta tanto desprenderme de ellos, que me parece una cruel traicion!!! jajajajaj
Me quedo más tranquila. Yo no tiro los tornillos que me sobran luego de armar algo. Por si luego descubro dónde iba, pero claro, eso nunca ocurre, jeje
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta lo que escribes.
ResponderEliminarSaludos de espacio culinario ♫
Gracias Fran. He visitado tu blog, y además de las recetas, veo una muy buena fotografía. Me apasiona la fotografía. Nos estaremos leyendo.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hola, Amalia!
ResponderEliminarNosotros tb guardamos los manuales de las cosas 'serias'. De las pequeñas y no tan 'serias' las botamos.
Sin embargo, a pesar de estar guardadas, no las leíemos antes, sino cuando hay alguna necesidad, que generalmente nunca están en ellos, jeje.
Saludos
Y otra cosa es que casi nadie hace sellar la garantía en el establecimiento donde se compra el artefacto, o en su defecto, pedir factura y guardar una copia junto a la garantía. Sin esto no asumen ellos la responsabilidad :/
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