Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

lunes, 23 de abril de 2012

El Camino (7ª)


Verle tan enlodado me recordó lo poco católico que era, detestaba ir a misa, yo también pero no por el sermón y la comunión, porque yo si que creía, mis padres habían muerto pero estaban en el cielo, y no se habían convertido en energía, ni transformado en un árbol, ellos seguían siendo ellos, y seguían acordándose de mi y de mi abuela, lo que no me gustaba en absoluto era levantarme temprano en domingo. 

A él le encantaba salir de su casa, y si podía usar el pretexto de la misa en domingo, la de la primera hora, a la que íbamos mi abuela y yo, lo usaba. Le dejaban venir porque sabían que iría a misa y que mi abuela lo atendería bien. A mi abuela le encantaba que nos acompañe, nos tomaba a cada uno de una mano y así rezaba todo el tiempo que el sacerdote hablaba.

Yo sí que escuchaba el sermón, me gustaba encontrar algún sentido a mi existencia. ¿Por qué estaba viviendo así, con mi abuela? ¿Por qué no morí en el accidente con mis padres? ¿Por qué tenía ahora un hermano? Creía que había un mensaje cifrado en cada sermón y que era mi deber ir encontrando los fragmentos hasta conseguir por fin el sentido completo. Pero él no creía en nada de eso, yo sospechaba que tanto le disgustaba su familia que no quería estar atado a ella más allá de esta vida. Pero sí atendía el sermón porque luego nos poníamos a darle distintas interpretaciones, hasta que encontrábamos algo que ni él ni yo podíamos rebatir y a eso la llamábamos “una verdad” y la anotábamos. Teníamos un montón de verdades con las que debíamos intentar esbozar la imagen de mi rompecabezas personal. Muchas veces él no estaba de acuerdo con alguna de estas verdades pero si no podía rebatirla el tenía una frase para claudicar “Cuando no da más mi  razón me someto a la tuya” , pocas veces se lo escuché decir. Yo, sin embargo, si que la usé todas las veces en que no podía darle argumentos lógicos a mi fe ciega. Pero mi fe seguía intacta, creía que todo era cuestión de tiempo, algún día llegaría a acumular una cantidad de misas suficientes para completar mi rompecabezas de verdades.

Y ocurrió que, un domingo de mayo en que mi abuela sufría un fuerte resfriado y nosotros teníamos trece años, nos dejó ir solos a misa. Había estado lloviendo y no quería enfriarse, decía que los viejos se mueren siempre de gripe. Iba a preparar un cocido para comer y también haría torrijas. Nos despedimos y nos fuimos.

2 comentarios:

  1. Que inocente la niñez y que insegura, luego crecemos, perdemos la inocencia, pero habitamos en la inseguridad. Un besoso.

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    1. Gracias Moya, estoy de vacaciones por mi tierra y me cuesta escribir los post de los lunes, pero me obligo. Es que acá hay demasiados distractores, jeje

      Besos

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