Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

miércoles, 20 de octubre de 2010

¡SALUD!



Pilates para la pancita, vídeo paso a paso. Eliminar.

Dieta estilizante Pilates. Eliminar

Dieta verde, para adelgazar cuidando tu salud.
Al leer esto un colmillo asomó por la comisura del labio e inmediatamente buscó:
“Bienvenidos a todos los ana/mia que visitan mi web, recuerden, nadie dijo nunca que fuera fácil ser una princesa”
Por los colores y sobre todo por la foto de una princesita con alas que echaba chispas, estaba segura de que quien lo escribía era una adolescente, mayor de 15, porque también se podía leer “¿Menor de 15 años? Mejor aléjate, este blog no es para ti”  Sí, estaba segura que sería una niñata de 16.
Estaba cansada de no tener con quién hablar de todo lo que vivía a diario, era una mujer, guapa, delgada, envidiada seguro, pero nadie entendía todo lo que eso le costaba. Sabía que no sufría ningún trastorno alimentario, tenía hambre todo el día, adoraba la comida y la bebida. Cuando se miraba al espejo no se veía gorda ni fea, todo lo contrarío, miraba cada curva de sus senos, nalgas y muslos con tanta pasión que no había ahí ningún rastro de una autoestima disminuida.
Había sido siempre la guapa del curso, la princesa de papá, los novios nunca le faltaron. Su marido le repetía lo hermosa que era y lo incomprensible que le parecía que fuese su mujer. Y tenía razón, al lado de ella él pasaba totalmente desapercibido. Era un hombre de facciones poco destacables. Su cuerpo tenía una musculatura imperceptible tanto para la vista como para el tacto.

  • ¿Ya estás lista? Recuerda que la cena es a las 10.
  • Aún me queda un poco. No pasa nada si llegamos a los postres, luego podemos quedarnos más tiempo y así charlamos ¡A nadie le importa realmente quien come y quien no!
  • A Lucía sí que le va a importar. Recuerda que ha acabado su curso de Chef y todo lo ha preparado ella misma. Anda. No demores mucho más.

Nadie podía entenderla. Estaba suplicando una tregua pero no la iba a conseguir, al menos no esta noche. Lucía, su cuñada, su mejor amiga desde el bachillerato, el ama de casa perfecta, había hecho un curso de cocina. Un año le había tomado y durante todo ese año había tenido que esquivarla. Y ahora las demostraciones públicas de sus logros la estaban colocando entre la espada y la pared, sólo que no tenía claro quién era la pared.
“-Nunca subestimes el poder de la sopa, las puedes preparar de mil maneras y te puedes sentir llena sin una caloría, sin grasa y sin colesterol. -Toma por lo menos 2L de agua diarios. -Come despacio preferiblemente en un plato pequeño y porciones pequeñas. -Mastica bien los alimentos x lo menos unas 40 veces (Te ayudara si eres mia)!! -Puedes comer hielo si sientes mucha hambre!  -Es mejor comer 100 calorías 5 VECES al día que 500 en un sólo momento”


Si hubiese tenido tiempo lo habría impreso. Sólo podía memorizarlo. Por lo pronto tenía ya una estrategia. Tomaría sopa, comería despacio y porciones pequeñas. Lo de masticar 40 veces era más difícil pero podía conversar tanto que alargaría los espacios entre bocado y bocado. Bebidas con mucho hielo.
  • ¿Dónde está el regalo?
  • Lo he dejado en la entrada para no olvidarlo.
  • ¿Estás lista?
  • Si
  • Luces espectacular, serás la estrella de la cena.
  • Gracias mi amor, aunque tengo el estómago revuelto, debe ser algo que comí a medio día.
La casa estaba impoluta, la mesa tenía todos los detalles que se pueden sugerir en las revistas para la cena de navidad. No había sopa a la vista.
Ya ubicados en la mesa empezó la tortura.
De primero Lágrimas de guisantes con percebes en gelée, toffe de mantequilla salada de guisantes y ensalada templada de tuétanos de verduras.
Automáticamente pensó: Los percebes son proteína. Debía cuidar mucho el modo de limpiar todo el gelée y el toffe y sobretodo la mantequilla salada antes de meterse algo a la boca, pero ¿La habría absorbido el animal? ¿Cuántas calorías serían cuatro percebes embebidos en mantequilla? Mentalmente intentó llegar a un número: 150 kcal.
De segundo, Lubina en ceniza de puerros. 
Respiró aliviada, había leído algo sobre la nouvelle cuisine, platos ligeros y saludables. Siempre en momentos como estos donde el placer entraba por la boca se acordaba una frase de Oscar Wilde “No hay nada que engorde más que la comida a dos libras” y ésta definitivamente superaba considerablemente a esa cifra.
Pero no pudo ser indiferente a su calculadora mental, empezaba a tener los números de color naranja, 230 kcal y sin tomar la salsa que lo decoraba.
De postre, La Luna. 
Aunque el nombre prometía una tentación su apariencia era menos apetecible. Un gran trozo blanco que debía de ser coco, una arena mojada marrón que bien podía ser chocolate o café y dos montículos azules. Recordó lo mal que le había sentado el coco desde niña. Siempre que veía algo hecho de coco tenía sentimientos contradictorios: Apetecía el sabor pero el recuerdo del empacho podía más y se frenaba. La anfitriona dijo, Este postre es una especialidad hecha de coco, agua del carme, ganache azul y negra y agua de café. Más que un postre es un poema. Ya veía venir la insistencia en que coman hasta la última miga, pero tenía su as en la manga.
  • Recuerda Lucía que no puedo comer coco.
  • Es verdad ¿cómo no lo pensé? Estaba tan entusiasmada en hacer el postre más difícil que... Lo siento mucho.
  • No pasa nada, mira, probaré un poquillo de este...¿Ganaché?
  • Si, pruébalo, el ganaché es nata, crema de leche y chocolate, te va a encantar.
Una sirena de barco destrozaba sus oídos, no podía creer que era la única que la escuchaba. La calculadora de su cabeza mostraba los números en rojo y no paraba de sumar, una cucharada de ganaché sería casi 120 calorías y el plato tenía cuatro sólo del negro,  ni hablar del azul y ya llevaba 380 calorías consumidas, sólo podía tomar una cucharada y completaría las 500 calorías del día. Tenía que demorarla todo lo que le permita su hábil conversación. 
Por fin acabó la cena. El café estaba dispuesto en el salón. Se levantó con el propósito de encerrarse media hora, perderse hasta que todo acabe. Se fue al dormitorio pero los niños habían acampado ahí, buscó el baño pero estaba ocupado. Fue a la cocina, tomó una botella de agua y salió con el pretexto de fumar pero no pudo, uno de sus amigos le dijo:
  • No sabía que fumabas.
  • Bueno, lo hago muy poco, sólo cuando he comido demasiado.
  • He traído unos Habanos que te van a gustar, debes probarlos.
  • ¿Habanos?
  • Si, Punch, vas a sentir la madera y las especias y un sabor dulzón que te dejará en las nubes.
Todos se acercaron queriendo probar los Punch, se repartieron los puros, se sirvió el coñac y empezaron a saborear. 
Con la primera calada se desvaneció de su mente la calculadora infernal, el ruido de sirena de barco se transformó en la canción de las olas. Con la segunda calada las olas se embravecieron, el viento soplaba dentro de su cabeza y la mecía. En la tercera corrió al baño de visitas, no alcanzó ni a cerrar la puerta cuando sacó de sí las 500 calorías y puede que algo más. Esa vida sana que había llevado todos estos años para preservar su belleza le pasaba factura, su cuerpo limpio no soportaba las virtudes del Punch.
En esos instantes, cuando ya se había librado de todo, cuando estaba liviana, bella, purificada, tuvo la certeza de que un nuevo vicio se le había metido en su mente, ahí, justo al lado de la calculadora.

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